viernes, 28 de septiembre de 2012

El obrero en su función. 1 de 4 - I. Baker




1- EL OBRERO -  SU FUNCIÓN 1ra. parte.
     Iván Baker
Introducción:
Debemos ahora hablar del obrero y su visión, como algo indispensable para su preparación espiritual y la eficacia de su función.
Un discípulo sin visión es un discípulo anormal. Por su puesto, esta anormalidad sería menos admisible en un obrero del Señor.
Cuando  digo visión,  me  refiero  a un  llamado  de Dios – un llamamiento  celestial,  esa comisión divina que nos levanta más allá de la mera experiencia: que me salvé, que oro, que leo la Biblia, que me congrego, que asisto a las reuniones, que formo parte del grupo tal o cual. Muchomás allá y muy sobre esto hay un llamado, una visión celestial.
Es la visión celestial que nos ayuda a no perdernos entre una multitud de conceptos y
preceptos cristianos, de acciones y obras espirituales, de reuniones y actividades; es algo que nos
levanta para hacernos mirar las cosas de Dios por los ojos de Dios, como si estuviéramos mirando
todo sentado a su lado, compartiendo sus pensamientos, su expectativa y su emoción.
Cuando el Espíritu Santo implanta la visión en nuestro ser, esa visión nos domina, nos llena;
es como una gloria que nos ilumina, nos excita, nos emociona, hemos conocido la mente del
Altísimo,  sus  pensamientos,  sus  deseos;  vemos  y  comprendemos  su  obrar  y  todo  nos  resulta
excitante y maravilloso. Al impartirnos su conocimiento nos ha dicho:
“¿Quieres colaborar conmigo, quieres ser mi conductor? Tú y yo lo haremos juntos. Yo, solo, no lo
puedo hacer, te necesito. Si colaboras conmigo te haré participe de mi gracia, mi presencia y mi
poder. Juntos haremos proezas, venceremos al maligno, llenaremos mi gloria con hijos que brillarán
como  estrellas a eterna perpetuidad.  Te será administrada una amplia y gloriosa entrada a mi
presencia cuando hayas peleado la buena batalla y acabado con victoria tu carrera. ¡Recibirás de mi
mano el premio, te coronaré de gloria para siempre!

A.1  Dios imparte la visión individualmente.
No es algo que se recibe colectivamente, o que se comunica del púlpito. Es algo que el
Espíritu  tiene  que  imprimir  personalmente  en  cada  uno,  por  medio  de  su  iluminación  o
conocimiento. Efesios 1.18 “Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento para que sepáis cuál es
la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los
santos”.
Es algo que viene cuando meditamos, pesando esta revelación en la presencia de nuestro
Padre al recibir la iluminación del Espíritu. Es algo que penetra y se hace fuerte en nosotros cuando
nos disponemos y nos entregamos para obedecer la visión; cuando nuestra voluntad se rinde para
unirnos al deseo de Dios y transformarnos en ejecutores con él.

A.2  Es para todos su hijos.
Esta iluminación del Espíritu no es la prerrogativa de algunos sino que es la voluntad de
Jesucristo que todos sus discípulos, igualmente, estén saturados de la visión. Por eso Pablo escribe
la carta a todos los efesios; por eso él es tan claro en dar énfasis a su llamado, su visión y su meta
(Fil. 3) e insta a todos a imitarle. Dios no tiene hijos privilegiados: su revelación es para bendecir y
1llenar a todos sus hijos. Es más, él necesita que todos estén llenos de su revelación para que con su
pueblo pueda bendecir al mundo. El quiere una Iglesia de hijos donde todos conocen a él y son
conducidos y sostenidos por la visión de su glorioso llamado.

A.3  Es lo normal.
Es importante decir otra vez que aunque parezca extraordinario  todo esto que venimos
hablando acerca de la visión, no es extraordinario sino que debería ser muy ordinario, muy normal.
En realidad es “nuestro racional culto…” (razonable, inteligente) Romanos 12.1. Lo contrario sería
anormal: un discípulo de Jesucristo que carece de gloria; que no está excitado en cuanto a su divino
llamado, que no tiene visión celestial, que sólo canta, alaba, ora y vive una vida espiritual sólo
porque es cristiano y va a ir al cielo. Esto sí es anormal.
Recordemos que cuando Cristo nos llamó para servirle, nos impuso la condición de “perder
nuestra vida por causa de él y del evangelio” Mr. 8.34-35.
El orden de Dios es que “busquemos primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las demás
cosas nos serán añadidas” Mt. 6.33
Este marcado  desnivel entre el llamado  de Dios y las demás  cosas de nuestra vida es
condición prioritaria si queremos ser obreros eficaces en nuestra obra.
Debemos  ser,  entonces,  mucho  más  que  hombres  cristianos,  conocedores  de  doctrinas
espirituales, llevando vidas consagradas con buenas intenciones de servir al Señor, TENEMOS
QUE SER HOMBRES SATURADOS DE UN SUPREMO LLAMAMIENTO CELESTIAL.

Los plagios:
Nos avergüenza saber que “los hijos de este siglo sean, muchas veces, más sagaces que los
hijos de luz”. Nuestro enemigo sabe imitar y conducir a sus secuaces, entrenándoles a ser más
obedientes a él que lo que somos muchos de nosotros a nuestro Señor.
Douglas Hyde, ex comunista convertido al Señor, en su libro Dedicación y Liderazgo, dice:
“El  comunismo  llega  a  ser  el  elemento  dominante  en  la  vida  de  los  comunistas.  El
comunismo  apela  al  sentido  idealista  en  forma  directa  y  audaz.  Ellos  dicen,  que si  hacemos
pequeñas, mezquinas demandas, también se nos devolverá esa misma medida de interés y devoción. Pero si demandamos mucho de ellos, obtendremos una respuesta heroica”.
Ellos  tienen  una  voluntad  para  el  sacrificio.  Diría  que  más  allá  de  toda  duda,  es  un
idealismo, su celo, su dedicación y su devoción a su causa que inspira su espíritu de sacrificio.
Ellos siempre trabajaron a través de una minoría. Ellos han dependido de los pocos fieles,
aquellos que estarían dispuestos a sacrificar su tiempo, su energía y su devoción por mantener
ardiendo la llama de la causa. Ellos tienen destreza en encender la imaginación y crear en sus
seguidores una actitud de dedicación y compromiso, para disponer de una fuerza de hombres lista
para una acción llena de eficacia y significado.
No creo que la fuerza del comunismo estribe en la fuerza de sus ideas. Yo creo, como creerá
todo cristiano, que el cristianismo posee algo infinitamente mejor para compartir que lo que tiene el
comunismo. Pero la fuerza del comunismo estribe en sus hombres y en la manera en que ellos son
usados. Y tienen algo común que les caracteriza donde quiera que vayan: unidad.
Hermanos, estamos imbuidos de un espíritu de gloria por causa de nuestro alto y sublime
llamamiento. Todo esto comprenda una visión gloriosa que nos levante y nos impulse sobre todas
las dificultades, sobre todas las pequeñeces. Dios nos haga hombres grandes, estables, gozosos,
llenos de fe. Que la visión celestial se encarne en nuestro ser, modifique totalmente nuestro estilo de
vida, nuestra forma de pensar, nuestras decisiones, nuestro amor, nuestro trabajo, nuestro tiempo.
La visión nos sature, nos domine, nos inspire, nos excite. Sea nuestro ideal, nuestro sueño. Que sea
lo supremo, que sea nuestro glorioso Cristo Jesús revelado en su gloria y nosotros amándole y
sirviéndole conforme a su llamado celestial.

B.1 ¿QUÉ CONTIENE LA VISIÓN?
Cuando Pablo dice al rey Agripa:  “No fui rebelde a la visión celestial”. Hechos 26.19,
pienso que no se refería solo al resplandor de luz que le cercó, tampoco al solo conocimiento de
Jesús. Era más que eso aunque entendemos que allí comenzó la revelación. Dios le llevó aparte y le
impartió su completa revelación. Gálatas 1.15-17.
Por lo que posteriormente nos revela Pablo sabemos lo que Dios le impartió. Le reveló su
plan, su propósito eterno en Jesucristo. Después le impartió el conocimiento de los recursos y la
manera en que Dios quería que llevara a cabo la obra. Esto es lo que le capacitó para ser obrero
idóneo, un verdadero arquitecto para edificar la Casa de Dios, su Iglesia.

Entonces diríamos que la visión contiene fundamentalmente:

a) EL PROPÓSITO ETERNO DE DIOS EN JESUCRISTO y
b) LAS INSTRUCCIONES Y ELEMENTOS PARA LLEVARLO A CABO:

1) Recursos

2) Modo de operar (Estrategia)

Nota:  Aunque  esto  es  lo  fundamental,  no  es  menos  importante  destacar  que  también
nosotros, como siervos de Dios, EN LA VISIÓN DEBERÍAMOS VISUALIZAR (por la FE) LA
PARTE NUESTRA EN EL PLAN DE DIOS: la obra que Dios hará a través de nosotros.
Cuando Pablo dice: “llené todo del evangelio…”, pienso que no fue algo casual, sorpresivo;
lo  vio  antes.  Lo  soñó,  lo  deseó,  se  lo  pidió  al  Señor.  (“Pídeme  y  te  daré  por  herencia  las naciones…” Salmo 2.8 “no tenéis lo que deseáis porque no pedís” Santiago 4.2) Esta parte de la
visión comprendía su obra, allí depositó su fe. Su obra estaba unida a la visión lo cual le dio ímpetu,abrió los canales de su espíritu, le brindó denuedo. Luego se lanzó adelante como a una cosa cierta.

Quizá al principio no veía mucho ni lo veía claro, pero a medida que avanzaba en su ministerio su
fe aumentaba y se hacía más clara la visión. Se lanzó adelante como a una cosa cierta, desestimó a
los adversarios. Puso en subordinación su cuerpo, desestimó sus debilidades. Dios le honró de
acuerdo con su fe.
Estas cosas componen el esquema de los estudios que consideraremos en las próximas
clases.


SU MODO DE OBRAR
Introducción:
Hemos hablado acerca de la disposición del obrero, también de su visión como el punto
esencial de claridad, comprensión y fe acerca de lo que Dios le ha encomendado. Vimos que su
visión está centrada en el propósito eterno de Dios. Sabe qué quiere Dios. Pero para que sea eficaz
colaborador de Dios en la obra encomendada, no sólo debe saber qué quiere el Señor que su siervo
haga.  Esto  hace  que  tengamos  que  definir  el  modo  de  obrar  para  lograr  el  debido  impulso,
objetividad y definición en la obra que debe hacerse.
Cuando conocemos qué quiere Dios, tenemos el plano; pero cuando conocemos cómo el
Señor quiere que hagamos su obra, recién conocemos las herramientas y la manera de proceder con
los materiales. Ambas  cosas son igualmente importantes.  Si tengo el plano pero no tengo las
herramientas, no sé cómo  lo tengo que hacer. Ambas  cosas son igualmente importantes.  Para
realizar cualquier cosa es indispensable que determinemos concretamente cuáles serán los métodos
para llevarla a cabo.
En esta lección entonces nos toca desarrollar la manera en que debemos movernos para
llevar a cabo la obra del Señor.

EL MODO DE OBRAR DEL OBRERO.
Como la obra que Dios ha encomendado a sus obreros es espiritual y divina, la fuente en que
debemos inspirarnos para conocer los métodos que Dios propone para hacer su obra, tiene que
proceder de él mismo. Y él nos ha preparado una fuente abundante de inspiración que en su mismo
Hijo  Jesús  quien  es  el  siervo  perfecto,  el  maestro  consumado,  en  quien  el  Padre  tuvo  todo contentamiento.
Por muchos años se ha pensado que Jesús vivió en un tiempo remoto y que por lo tanto, no
hay relación entre aquellos y estos días modernos de hoy, tan llenos de extraordinarios recursos. Sin embargo, al comparar el enorme éxito de la obra que hicieron los que siguieron a Jesús y el escaso fruto de estos tiempos modernos, a pesar de todo el bagaje de equipos y extraordinarios medios de comunicación, en todo el mundo los siervos de Dios están mirando otra vez a Jesús y hallando en su modo de obrar las claves sencillas, pero las más fundamentales para el más poderoso impulso en la multiplicación y la edificación de la Iglesia.
Es que aunque nos impacta la diferencia entre el mundo de los días de Jesús y el mundo de
estos días, sin embargo los elementos esenciales que están en juego para la obra del Señor son
exactamente los mismos: el hombre es igual, su necesidad es la misma, sus debilidades son las
mismas, la forma de llegar a su corazón es la misma, el evangelio es el mismo, Dios es el mismo, y
él quiere que su Iglesia sea la misma hasta el fin del mundo.
De esta manera Jesús se nos vuelve a presentar como el maestro perfecto y consumado, la
verdadera fuente de toda inspiración  para la obra que debemos  llevar  a cabo, del cual nunca
deberíamos habernos apartado. 1 Juan 2.6, 1 Pedro 2.21
Entendemos que cuando el Señor da su mandato de hacer discípulos, él nos está enviando a
sus discípulos para que tomen su mensaje y hagan como les parezca. La posterior obra de los
discípulos nos hace entender que ellos obraron imitando a Jesús. Y esto es lógico. ¿Pensamos que el Gran Maestro podría vivir y obrar con ellos tres años y medio, predicando y formando discípulos, sin que esto tenga valor?
Sería mejor concebir su mandato en estos términos: “Como yo hice con vosotros, ahora
vosotros también id, haced discípulos…”.

HASTA QUE PUNTO DEBEMOS IMITAR A JESÚS.
La respuesta es muy simple: ¡En todo! Debemos imitarlo en todo lo que dijo y lo que hizo y
también en cómo lo hizo. Igualmente debemos imitarle en lo que no dijo y no hizo. La Iglesia ideal
es aquella donde se dice todo lo que Jesús dijo, se hace todo lo que Jesús hizo y no se dice nada de
lo que Jesús no dijo, ni se hace nada de lo que Jesús no hizo. Son las cosas que decimos que no dijo Jesús y las cosas que hacemos que no hizo Jesús las que dañan y destruyen la Iglesia. Cuanto más literalmente entendemos esto, mayor aprobación y bendición tendremos de Dios sobre nuestra obra.

Esto hace que los cuatro evangelios se constituyan en manual del obrero, que le enseñan de
qué manera tiene  que obrar para llevar a cabo la obra del Señor. Para esto es necesario leer los
evangelios, no para buscar conceptos doctrinales sino descubrir la manera en que Jesús obró.
Cuando vemos a Jesús caminando, predicando y obrando entre la gente nos haremos algunas
preguntas como estas: ¿dónde iba?, ¿cómo vestía?, ¿qué cosas llevaba?, ¿dónde hacía la obra?,
¿cómo se relacionaba con la gente?, ¿qué cosas pedía que le dieran para hacer la obra?, ¿en qué
lugar predicaba sus sermones y a qué hora?, ¿qué pretendía obtener de los que le oían?, ¿qué hacía
con los contenciosos?, ¿qué hacía con los que creían?, etc.
La respuesta que encontramos en los evangelios a esta clase de preguntas nos revelará el
modo  de obrar  de Jesús,  y  esto  es  lo  que tenemos  que imitar,  estudiando  las  definiciones  y
aplicándolas luego a nuestra forma de obrar.

Vemos algunas definiciones que aprendemos en el modo de obrar de Jesús:

1. NADA HACIA POR SI MISMO.
En primer lugar es necesario destacar este punto que está en la base del obrar de Jesús. El
decía: “Nada hago de mi mismo; el Padre que está en mí él hace las obras”. Su relación con el
Padre era perfecta y su obediencia a su voluntad también. Era el Espíritu Santo en él que imprimía
la presencia, voluntad y poder del Padre. Esto hacía que él pudiese decir: “El Padre que está en mí,
él hace las obras…”  El solo era un instrumento entregado dócilmente. Aunque era Dios, se
humilló hasta hacerse siervo perfecto para dejarnos ejemplo de lo que es vivir en el Espíritu.

2. EN TODO MOSTRO SENCILLEZ.
Su persona:
Entre  los  hombres  era  el  más  humilde:  de  oficio  carpintero;  se  le  llamaba  “hijo  del
carpintero”. También se le decía “el carpintero”. No cursó estudios importantes y si fue a la escuela,
habrá sido la que estaba al alcance de la gente pobre. Según los fariseos sería un hombre sin letras.
De su apariencia Isaías decía: No hay hermosura ni atractivo en él. Para identificarlos entre
los discípulos, Judas dio la señal del beso. No tenía dinero ni bienes; El decía: “Las zorras tienen
sus cuevas y las aves nidos, mas yo no tengo donde reclinar mi cabeza”.
5Sus recursos para hacer la obra:
No tenía recurso alguno, es decir, ninguno especial. Su “material” era el corazón de los
hombres en cualquier lugar y en todo lugar. Su “púlpito” consistía en lo que se le daba en cualquier
parte  a cualquier  hora,  ya  sea caminado,  de pie  en  la  calle,  en  una plaza,  en  medio  de una
aglomeración, sentado a la mesa, sentado en su barca, en el brocal de un pozo, sobre una piedra, en
un monte. Cualquier lugar, cualquier situación o elemento que tuviera a la mano era adecuado para
hacer su obra. Su “libro” era su mente y espíritu entregado a su Padre para que el Espíritu Santo
hablara e hiciera las obras.
Su lenguaje:
Aquí también vemos la sencillez de Jesús porque él hablaba el lenguaje común, el que todos
entendían. Aunque el era Alto y Sublime, jamás afectó ostentación con su lenguaje, su sabiduría o
su poder. En él no había nada para alimentar el orgullo de los hombres, sino que acomodaba sus
palabras para que los más humildes pudiesen entender.

3. TENÍA PASIÓN POR SALVAR A LOS PECADORES.
El declaraba: “El Hijo del hombre vino para buscar y salvar a los pecadores”, y rodeaba
todas las comarcas, ciudades y pueblos de Israel incansablemente predicando la palabra. Expresó su
celo con estas palabras: “Mi comida y mi bebida es que haga la voluntad de mi Padre y que acabe
su obra”.
Fue notable la importancia que daba a una sola persona: El ciego Bartimeo, que para atender
su clamor, detuvo la multitud; lo mismo hizo con Zaqueo: detuvo la predicación para comer con él
en su casa; la mujer de Samaria, Leví, etc.

4. TENÍA COMPASIÓN DE LOS HOMBRES
Tenía compasión de los hombres porque los veía como ovejas desparramadas sin pastor.
Lloró sobre Jerusalén usando palabras tan tiernas para expresar cuando había amado y deseado la
salvación de ella, “…cuántas veces quise juntar a tus hijos, como gallina junta sus polluelos debajo
de las alas…”
El joven rico se fue triste, porque no recibió la palabra de Jesús, pero Jesús le amó.

5. SE DABA A SI MISMO
El sentido básico de su proclama consistía en presentarse a sí mismo como una entrega de
amor. Era el pan del cielo para que los hombres coman; era el agua viva para que beban. Su
proclama era: “Venid a mí….””Sígueme”.

6. NUNCA PROCURÓ MOVER A LOS HOMBRES PARA QUE VENGAN A EL
Él iba hacia los hombres y tenía encuentro con ellos en el lugar y en las circunstancias
mismas donde se hallaban y no procuró que los hombres viniesen a él. Esto es porque Jesús conocía
la condición del hombre, que está ciego, preso y muerto por el pecado. 2 Corintios 4.4; Lucas 4.18;
Efesios  2.1. Su llamado: “Venid a mí…” ocurría cuando estaba frente al pecador y se refería a una
transacción espiritual y no a un movimiento físico del hombre.

7. DEDICÓ SU MINISTERIO PRINCIPALMENTE A LA FORMACIÓN DE 12 HOMBRES
Esto se evidencia en que es a estos doce hombres a quienes dedicó la mayor parte de su
tiempo. Es a estos a quienes él se entregó a sí mismo. Le reconocieron íntimamente, volcó en ellos
todo lo que tenía hasta donde alcanzaba la capacidad de ellos. Juan 13.1. Luego le confió al Espíritu
Santo para que completara en ellos ese depósito. Juan 16.13
Predicó a las multitudes pero reveló su verdad solo a esos doce hombres a quienes llamó
apóstoles. Mateo 13.10-17

8. ESOS DOCE HOMBRES CONSTITUYERON SU EQUIPO DE TRABAJO
Una premisa en la estrategia de Jesús fue el llamado de estos doce hombres para que le
acompañasen en su ministerio. Fue una de las primeras cosas de que se ocupó al principio de su
predicación.
Una de las razones para esto fue lo que expusimos en el concepto anterior. Pero también es
cierto que ellos constituirían la pequeña compañía de amigos que formarían su equipo de trabajo.
¿Necesitaba Jesús estar acompañado? Sí. El necesitaba el amor y la consolación de esos
hombres. El que dijo en el principio: “No conviene que el hombre este solo”, necesitó de compañía.
El que posteriormente los mandó de dos en dos, conocía en carne propia el valor de esa amistad.
Esos  hombres  le  amaron,  cuantos   tantos  le  odiaron;  le  comprendían  cuando  tantos  no  le
comprendían. Fueron su consuelo cuando todos le dejaban. Los oídos de ellos estaban abiertos y le
oían atentamente, cuando tantos otros le desoían. Con ellos abría su corazón, razonaba, oraba,
caminaba y predicaba. Cuando en Getsemaní no pudieron velar junto a él, Jesús se angustió en
espíritu y sintió su soledad. Mateo 26.37-40.

9. USO DE SUS DISCÍPULOS COMO PUENTE PARA ALCANZAR A OTROS
Jesús veía detrás de los que se convertían a otros que pudieran ser alcanzados: El hombre de
Gadara: “Ve y cuenta a los tuyos…”  Marcos 5.19-20; la mujer de Samaria: “Ve y trae a tu marido”
Juan 4.16-28; Zaqueo: “Es necesario que hoy pose en tu casa” Lucas 19.2-10
De la misma manera Jesús usó a sus discípulos: Leví: cuando sigue a Jesús, le lleva a su
casa; Marcos 2.14-15; le vemos en casa de Pedro: Mateo 8.14. También fue y predicó en las
ciudades de sus discípulos: Mateo 11.1
Los apóstoles también imitaron a Jesús en esto: Pablo cuando se convirtió Lidia: Toda su
casa oyó la palabra Hechos 16.14-15; cuando se convirtió el carcelero: Predicó a toda su casa
Hechos 16.32; etc.

10. LES ENVIÓ COMO EL PAADRE TAMBIÉN LE HABÍA ENVIADO A ÉL.
Después de tres años y medio de estar con ellos, la noche del mismo día en que Jesús
resucitó, al impartirles el Espíritu Santo, les envía con estas palabras: “Como me envió el Padre, así
también yo os envió” Juan 20.21

11. LES CONFIÓ AL CUIDADO, AL ESPÍRITU SANTO
Notemos que esta era una condición indispensable. A pesar de que Jesús había terminado su
obra  los  apóstoles  estaban  mucho  menos  que  preparados.  Los  últimos  acontecimientos  que
precedieron  la  crucifixión  mostraron  la  debilidad,  temor  e  ineptitud  de  ellos  para  afrontar  la
continuación del ministerio de Jesús.
7Pero Jesús, que sabía bien lo que hacía, confiaba plenamente en la sabiduría y poder del
Espíritu Santo para capacitarlos plenamente. Y esto es lo que se nota en la autoridad y habilidad con que los apóstoles comenzaron su ministerio el día de Pentecostés.
Notemos algunas cosas:
a) Después de enviarles, Jesús sopló y les dijo: “recibid al Espíritu Santo” Juan  20.21.  De
esta manera el mismo Espíritu que está en Cristo es insuflado en sus  apóstoles (Como  si fuera
la segunda vez que Dios se inclina y sopla su aliento en el  hombre).
b)  Luego  “les  abrió  el  entendimiento  para  que  entendiesen  las  Escrituras” Lucas
24.25.  Ese  fue  el  momento  cuando  el  Espíritu  Santo  que  se  sujeta  en  todo  a  Jesús
comienza su obra de instrucción y revelación.
c) Luego les manda a quedarse en Jerusalén, hasta que fueran investidos con el  poder de lo
alto. Lucas 24.29. Esto iba a ser el revestimiento de poder que les daría  autoridad  para  actuar
entre los demonios y los hombres y hacer la obra. Literalmente  es  una  investidura  de  autoridad
divina, visible a los espíritus.
De esta manera,  Jesús les  constituía  en  continuadores  de su ministerio,  con  su misma
autoridad y su unción. Ellos eran el segundo eslabón en una cadena de siervos de Dios que en
sucesivos ciclos llevarían el mensaje de Jesús y edificarían la Iglesia hasta el día del Señor cuando
Jesús mismo, en su venida, ponga fin a la predicación del Evangelio.
Nota:  Hay muchas cosas más que aprender en los evangelios, acerca de la vida de Jesús y su
forma  de  operar,  pero  estas  son  suficientes  para  que  los  obreros  del  Señor  tengamos  una
orientación cierta para establecer los principios más fundamentales en nuestra manera de obrar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.