jueves, 25 de julio de 2013

Comunión con Dios - 12. Siendo formados por la Palabra.

  “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” Colosenses 3:16

  La Palabra de Dios no es solamente alimento y fuente de consuelo. Es un recurso fundamental para la formación de un discípulo. Además de la lectura y meditación diaria de las Escrituras, el discípulo necesita un plan de estudio para su formación personal.

 La meta del discípulo y la Palabra de Dios.
  Todo discípulo tiene una meta: llegar a ser “un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). La Palabra de Dios es uno de los principales recursos para avanzar en pos de esta meta.
La Palabra de Dios es uno de los principales
 recursos para formar nuestra vida.
“...a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría,
 a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre...” Colosenses 1:28
“...y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas... Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque
no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.” Hechos 20:20, 26-27
  Pablo era muy celoso en enseñar todo el consejo de Dios porque esa era la manera en que aquellos hermanos llegarían a la estatura de la plenitud de Cristo.
 El consejo de Dios.
 Toda la Escritura es inspirada por Dios y provechosa para nuestra edificación, pero necesitamos tener certeza de cuáles son las enseñanzas esenciales para la formación de un discípulo. De otra manera podríamos quedar desorientados.
  En el texto anterior (Hechos 20:20, 26-27), Pablo afirma que en tres años les había anunciado “todo el consejo de Dios” (v. 31). Esto que Pablo llamó “el consejo de Dios” era un paquete definido y claro con toda la enseñanza de Jesús y los apóstoles, que era esencial y fundamental para la formación de aquellos discípulos.
 Edificando con metas
“...Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño...” Hebreos 5:12-13
  Necesitamos metas claras en la edificación. Sin metas nos desorientamos, nos cansamos, y no avanzamos. Pablo dice que no corría sin meta (1º Corintios 9:26).
El apóstol tenía para los hebreos una meta de edificación
y un tiempo para alcanzarla.

En el texto de la carta a los Hebreos que se menciona anteriormente, el apóstol reclama la lentitud de aquellos hermanos para volverse maestros. Los trata de niños. Se podría decir que el apóstol para ellos tenía en mente:
o     Una meta: que llegasen a ser maestros.
o     Un tiempo debido para que alcancen esta meta.
 El estudio personal de la Palabra
  Para que avance en dirección a la meta, cada discípulo debe hacer, junto con su discipulador, un plan para su estudio personal de la Palabra. Este plan debe incluir los asuntos esenciales para su formación. Es necesario también definir un tiempo para completar este trabajo. El discípulo debe ser diligente y celoso en su estudio.
 La Palabra en el discipulado
“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles
 que sean idóneos para enseñar también a otros.” 2º Timoteo 2:2
  El fluir de la Palabra de Dios debe ser una marca fuerte en las relaciones de discipulado. Que los discípulos sean lavados por la Palabra del Señor cuando estén con sus discipuladores. Que los encuentros no sean apenas para charlar sobre problemas y situaciones. Los discípulos deben tener sed e interés por la Palabra, y los discipuladores deben ser fieles en alimentarlos y transmitirles “todo el consejo de Dios”, sin disminuir ni agregar nada de lo que recibieron.
  La Catequesis
  La catequesis era una práctica de la Iglesia de Hechos de los apóstoles. Consistía en la repetición oral de la enseñanza, frase por frase.
  El término “catequizar” aparece en diversos textos del Nuevo Testamento, traducido como “instruir” (Lucas 1:4; Hechos 18:25; Romanos 2:18; 1º Corintios 14:19; Gálatas 6:6). La enseñanza por medio de la repetición es muy importante, y muy eficaz (Deuteronomio 6:6).
Es necesario tener humildad para valorar
 y practicar la catequesis.
  Cada discípulo debe tener la meta de ser alguien “catequizado” en todo el consejo de Dios. Un “catequizado” no es alguien que simplemente ya oyó todas las enseñanzas. Es alguien que, por las muchas repeticiones, está listo para disertar sobre cualquiera de ellas. Podemos practicar la catequesis de diferentes maneras:
o     Por la repetición oral de la enseñanza de los discipuladores a los discípulos.
o     Por la memorización de textos bíblicos y la catequesis de los apuntes.
o     Por la repetición oral del resumen de la enseñanza dada en los diversos encuentros.
o     Por la lectura repetida de las escrituras, de los apuntes; u oír los audios con las enseñanzas.

Errores que cometemos en el discipular. (sobre el apunte de los 5 elementos presente en toda relación).

Julio 2013
C. Lopez

En el desarrollo de nuestro servicio de discipulado tendremos errores producto de exageraciones, omisiones, impericias, desconocimiento, etc.
Todos cometeremos todas las equivocaciones, porque somos personas que están aprendiendo este sagrado oficio.
Saber esto, lejos de desanimarnos, ha de permitirnos mejorar nuestra capacidad de servicio corrigiendo lo que detectemos desviado y adelantándonos a nuestras falencias naturales (por cómo somos) o aprendidas (por como han hecho con nosotros).
(Aclaración: No definimos relación de discipulado en este escrito, pero si es útil resaltar que la materia prima de tal relación es la actitud de aprendizaje y apertura que el discípulo muestra hacia su discipulador y su enseñanza).

1. Sobre la paternidad espiritual:

1A) Ser espirituales distraídos.
Me ha tocado reconocer que generalmente el perfil del creyente espiritual en muchos hermanos ha sido incompatible con el perfil del buen padre espiritual. Observando detalladamente, las personas demasiado espirituales no siempre son los mejores maestros personales, los que brindan mejor seguimiento a cada individuo. Dentro del perfil espiritual, hay mucha colgadez y letargo.
El espiritual evangélico frecuentemente es una persona de adoración profunda, amor por Dios, experiencias genuinas de vida espiritual y… llamados pendientes, personas por contactar, charlas postergadas, decisiones que se acumulan mientras se espera... con estas características, no es extraño que lamentablemente los hermanos más “espirituales” no siempre sean los mejores padres espirituales. El perfil del padre espiritual nos pide que seamos atentos. Y el espiritual colgado no brinda atención a su entorno de manera consistente. Hay que decir que el problema no es la espiritualidad genuina, sino la forma en que expresamos esa espiritualidad por sobre nuestro carácter y acciones. Así es que muchos contemplan tanto la gloria del Señor, que quisieran quedarse para siempre en el Monte de la Transfiguración y no bajar al valle de las arduas labores...
Jesús fue espiritual, pero no colgado. Lo vemos cuando va caminando en medio de una multitud y es capaz de notar un simple toque en una de sus vestiduras. Cuando cuenta a 10 leprosos que estaban al costado del camino... el simple hubiera visto un grupo, Jesús contó a diez personas, el colgado se hubiera alegrado con que uno haya venido a dar gracias por la sanidad, Jesús que es espiritual y atento, notó la ausencia de nueve individuos y preguntó por ellos.
Tampoco se lo ve colgado cuando tiene que despedir a las multitudes y está atento al hecho de que no tenían que comer en el camino de regreso. Cero colgadez. Conocía a cuanto se vendían dos y cuatro pajarillos y sabía que el quinto iba gratis. Conocía las imágenes detrás de las monedas y sabía que atrás estaba el Cesar.
En una ocasión (Mr. 9) anuncia su muerte a sus discípulos en el camino a Capernaúm y luego de llegado a la ciudad y asentados en la casa, les pregunta: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?! ¡Qué ejemplo tan noble de un líder comprometido con el propósito de Dios para su vida y a la vez atento, perceptible, sensible a las voces que sus discípulos daban! No tuvo necesidad de que nadie se lo dijera, Él mismo, mientras caminaba a su propósito, estuvo atento a lo que pasaba en los corazones y a las conversaciones de sus seguidores más íntimos. Espiritual y atento, perceptible.
Pablo fue otro hombre espiritual sin dudas. Poseedor de una revelación única y de dones superlativos, no dejó de preocuparse y de ocuparse en sus discípulos y entorno. Era capaz de alabar a Dios en medio de la cárcel y problemas, mostrando su aspecto más místico. Pero también lo vemos en Hechos 27 pidiéndole a Dios que no perezca ninguno de los que viajaban con él y poniéndose al frente de sus vidas, a tal punto que Lucas cuenta que eran 276 personas las que iban en el barco…¿Quiénes pondrían los números de cuantos pasajeros sino solo personas con verdadero interés?
Lo encontramos atento a las cuestiones personales de sus discípulos: Le recomienda a Timoteo que tome vino cada tanto en lugar de agua, por su estómago... ¿Sería solo un espiritualoide?
Hombres espirituales y solícitos.

1B) Pretender ser el Espíritu Santo.

Otro error que cometemos es frustrarnos y reaccionar airadamente cuando las personas no cambian ante nuestra palabra, carga o enseñanza. Aunque nos involucramos emocionalmente con las personas y las amamos, no debiéramos tomar como una falla u ofensa personal sus desplantes, errores o rebeldías. En el fondo es la obra del Señor. No es a nosotros que nos están rechazando. (si estamos obrando en su Nombre y de acuerdo a su Voluntad).
Al pensar que es la obra del Señor y que el que cambia activamente a cada individuo es el Espíritu Santo, podemos estar un poco más tranquilos si ya hemos dado todo lo que teníamos que dar al discípulo.
Comprender que la transformación es obra de Dios, nos lleva a pensar que si Dios no lo ha cambiado hasta ahora, tampoco lo podremos hacer nosotros… Por eso tiene sentido orar mucho para que Dios obre en sus corazones. Como cuando Jesús rogo para que la fe de Pedro no faltase… observamos allí que no se la hizo liviana a Pedro en ese momento, pero que tampoco se frustró con él por ese acto, sino que pidió y rogó al Padre por su cambio.
Nos gustaría ser como el Espíritu Santo en las vidas de los hermanos, cuando no tenemos necesidad de pedir a Dios que haga algo que nosotros no podemos hacer, cuando esperamos que irremediablemente las personas cambien solo porque nosotros se lo enseñamos y cuando nos sentimos heridos por la renuencia a cambiar de parte de nuestros discípulos.

2. Sobre el consejo en circunstancias de crisis:

2A) Tratarlo exclusivamente desde nuestra experiencia o vida.
Las experiencias vividas nos sirven para ampliar el consejo, para enriquecerlo, no para encasillarlo ni para reducirlo. Erramos cuando hablamos al discípulo ofreciéndole como única respuesta lo que hemos vivido o entendido en una situación similar a la que él está viviendo. Esto es así porque en realidad ¡No existen dos situaciones ni dos personas exactamente iguales!
Esto no significa no aprovechar la sabiduría proveniente de las circunstancias de vida y sus lecciones. El propósito de alertarnos de este error es no limitar el concejo solo a eso que ya hemos vivenciado nosotros. En algún punto tenemos que salirnos de nuestra experiencia y volver a la problemática que nos plantea el discípulo. Nuestra vida puede enriquecer la comprensión y cosmovisión del asunto, ofrecer un ejemplo y testimonio, pero no convertirse en la situación misma de nuestro discípulo.
No podemos aconsejar meramente desde el “yo en tu lugar” sino desde “yo en mi lugar” y “vos en tu lugar”. El “yo en tu lugar” no sirve. Porque por más que digamos lo que haríamos nosotros, cada persona es diferente y va a actuar en últimas instancias por lo que siente ella misma, no por los impulsos ajenos. En realidad sirve el “yo sintiendo como vos, pensando como vos, conociendo a Cristo como me ha tocado a mí en mi vida, en el lugar donde vos estás”. La diferencia va a radicar en el conocimiento superador de Cristo. No en las formas de pensar o sentir, ya que esas son individuales. (y las personas pueden cambiarlas obviamente, pero han de decidir querer hacerlo...).
El reduccionismo del consejo a nuestra subjetividad es un error, ya que no todo lo que somos y hemos vivido es trasladable a lo que son y a lo que viven nuestros discípulos. Cuando fundamentamos tenemos que tener en cuenta si este elemento predomina o si es uno más en otros que provengan de otras fuentes.
Puede darse el caso inverso en este mismo error: el discipulador o el discípulo se abstienen de tratar el tema, porque al discipulador “le falta experiencia”. Su origen es el mismo que el anterior, pero en este caso no hay consejo o apertura al no haber una experiencia de vida similar a la aconsejada.
En primer lugar sería útil recordar que nuestro llamado es presentar la vida de Cristo en mí y aplicarla a los hermanos que amamos. Pero no es predicarnos a nosotros mismos.
Luego, y volviendo a la cuestión del discipulado, el elemento principal es la actitud del discípulo. Él puede poner a disposición de su mayor el asunto y luego confiar en que si este tema supera la capacidad de aconsejar que su discipulador tiene, su discipulador recurrirá a otros para ayudarle, previo permiso del discípulo. (ya que se trata de su vida).
Hay que considerar que además de resolver la situación en sí, al tratarse de situaciones difíciles, también es fundamental atravesar dichas crisis con fidelidad, integridad y consagración al Señor. Y en este sentido todo discipulador debiera constituirse en ejemplo de sus discípulos. Y ahí se podría recibir un testimonio que aliente a cada cual en su situación particular, a que persevere en el mirar a Cristo, así como los mayores lo hicieron cada uno en sus propias dificultades. Con esta actitud se puede buscar también ayuda específica para cada asunto en particular, siendo el discipulador el eje de tales búsquedas hacia los hermanos que en el Cuerpo de Cristo, mejor capacitados estén para cada asunto específico.
Igualmente hay que considerar de manera madura si la falta de experiencia se debe a circunstancias de vida que no se presentaron iguales o a una falla permanente en el corazón o carácter del discipulador, siendo solamente esto último un factor que inhabilita la guía en esas circunstancias.

2B) Dar solamente un consejo.

Pablo escribe a los Tesalonicenses en la primera carta que “hubieran querido no solo darle el evangelio, sino también sus propias vidas”, de tan queridos que les resultaron. (1 Ts 2.8)
Debemos ofrecer nuestra vida antes y después del consejo. Darnos nosotros mismos. No pensar que después que le dije todo lo que me parecía ya está: vuelvo a mi vida con mis asuntos, con mis conflictos y oportunidades postergadas. Una parte de mí tiene que irse con mi discípulo. Así nuestra vida se va entrelazando con su vida, con sus experiencias y nos vamos haciendo partícipes de sus situaciones, y se nos hará natural y no forzado el “gozarnos con el que se goza y llorar con el que llora”.
Habrá veces que el mejor aporte que podremos dar consistirá en estar presente. Simplemente estar. Eso fue lo que le reclamó Marta a Jesús; que no estuvo a tiempo y seguramente nos lo reclamarán a nosotros si a pesar del cariño que les demostremos todos los días de nuestra vida, en los momentos de dificultad no nos hacemos el espacio para estar con ellos.
En algunos momentos, un abrazo, un gesto de dolor compartido, un silencio que acompañe el pesar, una mirada sin reproches, serán suficientes y a la vez indispensables para mantener viva la relación entre discípulo y discipulador.
Otro aspecto en el que tampoco podemos ausentarnos es en la época de alegría. Debemos ser mentores de sus mejores éxitos y cuando lo obtengan, saber corrernos sabiamente para que queden en el centro de la escena. Que lo disfruten. Pero nunca ser indiferentes o descuidados en esto, porque sino estamos en sus alegrías, estaremos minando nuestra autoridad afectiva sobres sus vidas. Y el liderazgo cristiano tiene mucho de liderazgo afectivo, confidencial, inspiracional, amistoso, humano.

3. Sobra la enseñanza de fundamentación:

3A) Dar por cumplido el ciclo cuando veamos que el discípulo ha entendido.
En verdad ese es un paso primario, importante, pero no final. El fin del proceso es cuando el discípulo se convierte en un transmisor fiel e idóneo de esas enseñanzas a otros que están aprendiendo de corazón a Cristo. 2 Ti 2.2 Y cuando tiene fruto en ese proceso.
Que aprenda, que entienda, que recepcione, que asimile, que acuerde, que incorpore, que aplique, que implemente, son cuestiones necesarias pero no suficientes en este proceso de largo alcance que es la transmisión del consejo de Dios.
Jesús oró por los que creían y por los que habían de creer por medio de ellos. Pedro anunció que la promesa del Espíritu Santo era para los hijos de esa generación y para cuantos el Señor siguiera llamando. En ellos notamos este enfoque que también estaba en Pablo, el de la trascendencia.
Nuestro discípulo no es el último eslabón en la cadena espiritual a las naciones y el proceso de enseñanza no se completa hasta que el mismo sea confirmado por Dios como un fiel e idóneo maestro que usa bien la palabra de verdad. Esa validación, lo que hará es confirmar nuestro trabajo en Cristo.

3B) Enseñar solo de aquellas cosas que hemos podido implementar en nuestra vida.
Y no todo el consejo de Dios. Esto no es bueno porque puede producir desequilibrios. También hay que notar que en el Cuerpo de Cristo, no solo el discipulador enseña: también lo hacen los maestros pastorales, los hermanos, los buenos libros, las ocasiones de retiro o especiales, etc.
El asunto es que si hay algo en mi vida que no estoy cumpliendo: debo enseñarlo tal como está en la Palabra y a la vez confesar mi incapacidad en llevarlo a cabo tal como se requiere. En este caso la verdad sería sostenida en alto y el problema sería nuestra humillación. Ese es el precio de la sana enseñanza.

3C) Enseñar sin estar mostrando a Cristo en todo lo ya revelado.

A la vez que tenemos en cuenta lo anterior, también debemos ir presentándonos como ejemplo en todo lo que vayamos aprendiendo e incorporando de Cristo en nuestra vida.
Lamentablemente escuchamos decir a mucho alejados de las vidas de las congregaciones que “hay mirar a Dios y no a los hombres”, esto me habla que en realidad más allá de lo relativamente cierto de esa declaración, hay obreros que no tienen un testimonio y conducta acordes a lo que algunas personas esperan de Cristo. No se trata de satisfacer los caprichos de los inmaduros, el problema radica en que muchas personas leen la Biblia, conocen mucho de la Palabra intelectualmente, saben lo que debería ser un “representante de Jesús” y luego…aparecemos nosotros! Chan.
Volvemos al punto en donde resaltamos la importancia del corazón del discípulo. Pero tenemos que reconocer que esta brecha de la que somos humanamente responsables es una de las principales causas de deserción y decepción dentro de la Iglesia.

3D) Presentar todas las enseñanzas con el mismo grado de importancia.

Todas las enseñanzas son importantes, pero no todas son igualmente de importantes. El Propósito Eterno de Dios y el Reino de Dios por ejemplo, son temas que sirven para encuadrar al resto de los temas. Sino enseñamos muy bien estos conceptos posiblemente algunas cosas luego carezcan de sentido o dirección en la enseñanza que brindemos.
El respeto a la Palabra y la Persona del Espíritu Santo también son temas de relevancia. La fe, el arrepentimiento, el pecado, las autoridades. Saber que estos temas son siempre necesarios y no ocasionales para una buena formación de vida.

3E) Dar por supuesto que lo que yo sé, ya lo he transmitido.

Debemos corroborar si hemos podido depositar en la mente y corazón de nuestros hermanos aquellas enseñanzas que nos han sido preciosas para nosotros. Pero no dar por supuesto que así ha sido, simplemente porque hace mucho tiempo que estamos juntos.
En el final de su ministerio Jesús le dice a sus discípulos que iba al padre y Felipe le dice: “Muéstranos al Padre y nos basta” Jesús dice: todavía no aprendiste nada Felipe…
Un pensamiento que seguramente tendremos es suponer que todo lo que yo entendí, lo que leí y me conmovió, aquello que guardé en mi corazón, es también lo mismo que mis discípulos hicieron. Para evitar esta “traslación automática de conocimientos” lo mejor es preguntar directamente, tal como Jesús cada tanto hacía con ellos y también sacar las propias conclusiones al observar las vidas de los discípulos. Jesús al ver las vidas de los fariseos sacó varias conclusiones que se las dijo de manera rotunda. Nosotros tenemos que mirar cuidadosamente para ver si lo enseñado ha sido aprendido y está siendo vivido. Guiarnos por el fruto.

4. Sobre la transmisión de vida.

4A) No disponer de un deposito espiritual para traspasar al discípulo.
Cuando tenemos este depósito, no solo daremos el consejo de manera correcta y oportuna, no solo brindaremos la enseñanza de forma equilibrada sino que proveeremos la fuerza interior, la frescura, el aliento y fe necesarios, para que se convierta en vida espiritual en la vida de nuestro discípulo. Nuestras palabras serán “palabras de vida eterna” y fuente de agua viva en sus corazones. Daremos vida espiritual a los oyentes.
Se trata de contagiar el estado de nuestro corazón, amante del Señor y confiado en él. Esto se realiza espiritualmente, ya que “el Espíritu va acomodando lo espiritual a lo espiritual”. Si la persona es sensible y abierta a las cosas espirituales, si quiere hacer la Voluntad de Dios, beberá de esta fuente y será alimentada. Si tiene el corazón en otra cosa, no habrá traspaso de nada.
Pero a nosotros nos toca estar en Cristo, mirando a Jesús, creciendo en la gracia, echando mano de la vida eterna.
El Señor transmitió su gloria a sus discípulos, lo mejor de su vida interior. Edificó oro Ellos lo captaron porque estaban así dispuestos.
Que reconozcan que “hemos estado con Jesús”.

5. Sobre el asunto del sacerdocio y servicio.

5A) Poner a servir demasiado rápido o demasiado tarde al discípulo.
Podemos equivocarnos si aceleramos los tiempos de servicio por causa de la necesidad, de nuestro entusiasmo o de las mismas presiones que pueden darnos nuestros discípulos. Algunas veces nos demandan y piden espacios de servicios para los que entendemos, deberían estar más crecidos en el resto de sus áreas. Otras veces somos nosotros los que estamos mirando la obra y no a los obreros… y no nos damos cuenta que su estado interior todavía no garantiza solvencia ni preparación adecuadas.
Una preparación adecuada en cada instancia incluye una capacitación para la etapa siguiente.
De esta manera el ciclo de niño espiritual se cerraría cuando ya se haya hablado acerca de lo que es ser un joven. Y cerrar el ciclo de joven espiritual abarca al menos que tenga idea de lo que es ser un Padre espiritual. (aunque eso obviamente no lo transforma en un padre, lo direcciona y anticipa en su preparación).
La presión ajena casi nunca es buena consejera para la toma de decisiones, en especial para la asignación de responsabilidades en la obra.
Asimismo la postergación de espacio y la falta de visión es un mal que va a frustrar a cualquier persona en cualquier ámbito. Todos pueden hacer algo, conforme a sus fuerzas, entendimiento y circunstancias de vida. Esperar a presentar esto a los hermanos puede significar perder los primeros y mejores años de receptividad a la instrucción cristiana. Siempre hay un desafío para presentar, el buen maestro sabe encontrarlo para sus discípulos.
Aún los niños en el jardín o escuela primaria pueden ser enseñados en hablar de Jesús a sus compañeritos…
Servicio para todos, responsabilidades para responsables.

5B) Aflojar la formación porque la gracia y dedicación en el servicio es evidente.

Algunas veces nos podemos sentir tentados a caminar en “piloto automático” porque nuestro discípulo corre de acá para allá, se esfuerza, lidera, pregona nuestros más defendidos conceptos, y dejamos de estar tan alertas sobre las cuestiones de su vida y corazón como al principio de la relación.
Justamente no fue eso lo que hizo el Señor con la Iglesia de Éfeso. El reconoció sus buenas y admirables obras, pero confrontó su corazón, porqué notó que no era el mismo del principio. Nunca podremos dejar de mirar alertas el corazón del discípulo, ni aun cuando se transforme en un campeón de la fe y en un paladín de la obra.
La obra corona una vida bien edificada. Pero constantemente hay que prestar atención a los fundamentos y los pilares de docilidad, integridad, humildad, pureza y amor sincero.

5C) Tener más “pasado que presente” en el ejemplo de obra en el Señor.
Se entiende que hay momentos en la vida en donde el equilibrio pasa por ajustar el tiempo y la dedicación al servicio de otros. Son situaciones puntuales y que ameritan tal decisión que incluso van a sostener la obra en el futuro.
Descontando eso hay que decir que sería una equivocación pretender adelantarnos a otros por la revelación pasada. Pablo entendía que sino se disciplinaba a sí mismo, aun cuando había sido heraldos para otros, podía quedar eliminado…
El peligro consiste no tanto en mantener el ritmo de antaño (ya que lógicamente, la vida puede irlo menguando) sino en: 1 No ir evolucionando en lo que se recibió de revelación en tiempos pasados. No haber profundizado, no haber ido más lejos y 2 No estar viendo las revelaciones que el Señor está dando a las generaciones actuales y estar inconsciente de cuales reformas el Señor está disponiendo para este tiempo en su Iglesia.
Hasta el lenguaje va mutando con el paso de las generaciones, por eso la Biblia misma cada tanto tiene revisiones de sus traducciones. Sería un error hacer las cosas con la misma comprensión que al principio, si con la misma fidelidad, pero con mayor revelación y conocimiento.

6. Errores que abarcan todos los aspectos:

6A) Sobreenfatizar o centrar la relación en unos aspectos a expensas de otros.
Para esto conviene repasar conscientemente y para cada relación, que elementos han estado muy presentes o muy escasos en un lapso de tiempo, por ejemplo 6 últimos meses.

6B) No ir creciendo, hasta llegar a la madurez en todo. Limitarse a ser muy bueno en dos o tres aspectos y dejar los puntos flacos como debilidades asumidas y aceptadas.

6C) Hacer de esta lectura algo muy interesante y no practicarlo.

Comunión con Dios - 11. Alimentándonos con la Palabra



“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón...” Jeremías 15:16

 ¡Cuán especial es la Palabra del Señor! Ella es diferente de cualquier otra palabra que conozcamos. La Palabra del Señor tiene poder creador y vivificador. Fue por medio de ella que Él creó el universo y al hombre. Es más, Jesús mismo es la Palabra (Juan 1:1. “El verbo de Dios” en griego = “El Logos de Dios”= “La Palabra de Dios”)


La Palabra de Dios es alimento para nosotros.
Jesús mismo es la Palabra.


  La Palabra es alimento para nosotros, es fuente de vida. Por medio de ella crecemos en el conocimiento de Dios y de nuestro amado Jesús. Es por eso que la Palabra es otro importantísimo medio de comunión con Él. Debemos buscar que cada día nuestro corazón esté sediento por la Palabra de Dios, lleno de deseo por ella.
  ¡No existe una meta más alta, ni más atractiva, que la de llegar al pleno conocimiento del Hijo de Dios y de su voluntad! La llave se encuentra en las Sagradas Escrituras. El Señor desea revelarse. Espera que lo busquemos de todo corazón. Pero esto demanda disposición, diligencia y sacrificio.


¿Qué produce la Palabra de Dios en nosotros?

“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” Hebreos 4:12

 La Palabra de Dios es diferente a la del hombre. Nuestra palabra no produce nada (a veces hasta produce confusión). Pero la Palabra de Dios es poderosa, y produce vida en nosotros.


La Palabra de Dios es diferente a cualquier otra palabra.
Es poderosa y produce vida en nosotros.


 La Palabra de Dios:
o       Alimenta:
“El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”   Mateo 4:4

º  Vivifica y regenera:
 “Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado.” Salmos 119:50  
“...siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.”1º Pedro 1:23

o      Produce fe:
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” Romanos 10:17

o      Consuela y da paz:
“...Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.” Romanos 15:4
“Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo.” Salmos 119:165

o      Guía:
“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.” Salmos 119:105

o      Guarda de pecar:
 “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.” Salmos 119:11


 ¿Cómo debe ser nuestro corazón delante de la Palabra de Dios?

o      Deseo ardiente:
“...desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación...” 1º Pedro 2:2

o      Amor supremo:
 “Alzaré asimismo mis manos a tus mandamientos que amé, y meditaré en tus estatutos.” Salmos 119:48

o      Temor:
“Inquirid en el libro de Jehová, y leed si faltó alguno de ellos; ninguno faltó con su compañera; porque su boca mandó, y los reunió su mismo Espíritu.” Isaías 34:16 
“Príncipes me han perseguido sin causa, pero mi corazón tuvo temor de tus palabras.” Salmos 119:161


 La lectura y la meditación diaria.

o      Lectura sencilla
 La simple lectura de las Escrituras ya de por sí es un alimento precioso. Debemos leer la Palabra diariamente, especialmente el Nuevo Testamento. Romanos 15:4; 1º Timoteo 4:13. Es muy útil tener un plan para la lectura diaria de las Escrituras.

o      Meditación.  Josué 1:8; 1º Timoteo 4:15; Salmo 1:2
 Meditar las Escrituras es leerlas pausadamente, en oración, pensando en ellas, buscando entendimiento y revelación. Necesitamos hacer esto diariamente, oyendo atentamente la voz del Señor.

“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.” Salmo 119:103

“Me anticipé al alba, y clamé; esperé en tu palabra. Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, para meditar en tus mandatos.” Salmo 119:147-148

miércoles, 24 de julio de 2013

Comunión con Dios - 10. Ayunando para dios




 La práctica del ayuno

“Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.”   Mateo 6:16-18

  El ayuno debe ser una práctica normal en la vida de un discípulo, como la oración y la generosidad. En este capítulo de Mateo, Jesús está orientando diversas prácticas normales en la vida de los discípulos, haciendo un contraste con los errores de los religiosos hipócritas. Jesús enseña a dar limosnas (v. 2-4), a orar (v. 5-15) y a ayunar (v. 16-18). Ubica la práctica del ayuno al lado de la oración. El ayuno forma parte de nuestra devoción normal a Dios. Debe ser algo verdadero y espontáneo, fruto de nuestro amor por Él.


El ayuno es una práctica normal en la vida
 de un discípulo, como la oración.


“Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que
 el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado,
 y entonces (los discípulos de Jesús) ayunarán.”  Mateo 9:15

 Jesús dijo que cuando la Iglesia estuviera pasando por el período de la ausencia del novio, entonces debería ayunar. Ese tiempo es ahora. Estamos viviendo el tiempo de la ausencia del novio: ¡Es tiempo de ayunar!

“Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé
y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado,
les impusieron las manos y los despidieron.”  Hechos 13:2-3

 La Iglesia primitiva ayunaba y oraba intensamente. Antes de hacer cualquier cosa buscaban a Dios con ayuno y oración. Por eso el Espíritu Santo los guiaba de forma tan vívida.


 ¿Qué es el ayuno para Dios?
 Ayunar para Dios es ofrecerle un período de abstención total o parcial de alimentos. Esto es, escoger un período de tiempo en el cual vamos a dejar de comer voluntariamente para dedicarnos más activamente a la oración.
 Observemos que el ayuno no es solo “pasar hambre” o quedarme sin comer por alguna razón casual. Es algo que hacemos para Dios, por eso es importante que durante el ayuno nos concentremos en la oración.


Durante el ayuno debemos
dedicarnos a la oración.


  También debemos tener el cuidado de que no esté en nosotros el deseo oculto de impresionar a otros con nuestra “espiritualidad”. Los grandes ayunos en los cuales tenemos el deseo de ser vistos por los hombres no sirven para nada, son totalmente inútiles. Hagamos los ayunos de la manera más discreta y natural posible.
  Podemos ayunar por algún fin específico, por alguna situación especial que queremos presentar delante de Dios. Sin embargo, no debemos ayunar solamente cuando tenemos esta clase de necesidades, sino que debemos tener una vida regular de ayuno y oración.


  ¿Cuáles son los propósitos del ayuno?
  • Santificación personal: Salmos 69:10; 35:13. El ayuno es una forma divina de perfeccionarnos. Cuando ayunamos estamos humillándonos delante de nuestro Dios. El ayuno quiebra el orgullo, humilla el alma y disciplina el cuerpo. El ayuno nos separa de una parte muy importante de este mundo: los alimentos. El ayuno nos santifica, nos “fortalece”.
  • Que Dios nos oiga: Edras 8:21-23; Nehemías 9:1-3. El ayuno da poder a la oración. Expresa ardor y celo por lo que pedimos, profundiza y confirma todo lo que pedimos a Dios.
  • Soltar los cautivos y derrotar a Satanás: Marcos 9:29. El ayuno da fuerza y poder contra Satanás, obligándolo a soltar a los hombres que son sus esclavos. La declaración de Jesús de que “este género con nada puede salir sino con oración y ayuno”, no se refiere a que hay que comenzar a ayunar cuando estoy por expulsar al demonio, sino  que es necesaria una vida de ayuno y oración.
  • Expresar arrepentimiento y pedir a Dios que tenga misericordia: Jonás 3:4-10; Joel 2:12-14. Nínive no fue destruida porque sus habitantes se arrepintieron con ayuno y oración.
  • Recibir entendimiento y revelación de la voluntad de Dios: Daniel 9:2-3, 21-22. Necesitamos constantemente revelación de Dios para nuestras vidas.
  • Subyugar el cuerpo: 1º Corintios 6:12-13; 9:27. El ayuno nos ayuda a disciplinar el cuerpo. Los apetitos del cuerpo son lícitos, pero tenemos que mantenerlos bajo control. Lo físico debe estar sujeto a lo espiritual. El ayuno para el discípulo debe ser una práctica normal, así como el ejercicio físico lo es para un atleta.


 Tipos de ayuno

 Ayuno normal: Mateo 4:2
  Es la abstención de alimentos sólidos o líquidos por uno o más días. Es no comer, sólo bebiendo agua. Este es el ayuno más común. Normalmente no es perjudicial para la salud, aunque no se recomienda a personas con algún tipo de enfermedad. Puede durar algunos días. Para comenzar, hacerlo con períodos cortos (24 horas). No se debe comer mucho el día anterior, ni “cortarlo” con comidas pesadas. Preferentemente cortarlo con frutas. Los ayunos con períodos cortos pueden ser hechos durante las actividades normales del trabajo, aunque se recomienda un descanso apropiado, y la dedicación del máximo tiempo posible a la oración.

 Ayuno absoluto:  Hechos 9:9; Deuteronomio 9:9; 1º Reyes 19:8
  Es la abstención total de comida y agua por algún tiempo. Este tipo de ayuno no debe ser prolongado pues es perjudicial para la salud. Los ayunos de Moisés y Elías fueron sobrenaturales (de 40 días).

  Ayuno parcial:  Daniel 10:3
  Es una restricción en la dieta diaria, sin una abstención completa de alimentos. Es una opción para aquellos que tienen algún tipo de enfermedad y no pueden hacer un ayuno normal. Podemos escoger algunos alimentos que nos gusten y abstenernos de comerlos por algún tiempo. También puede ser comer algunos tipos de alimentos (por Ej. Verduras y frutas). Otro ejemplo de ayuno parcial es pasar algunos días comiendo sólo pan y bebiendo agua.