jueves, 31 de octubre de 2013

LA BENDICIÓN DE SER SEGUNDO - Vanjo Farias Cap. 1



Introducción 

 Es muy triste ver tropezar a personas de las cuales tuve celos, o contra quienes me permití insinuaciones de competencia. Pocas sensaciones son tan angustiosas y desagradables como esta.

 Los celos y la envidia son gemelos, y mucho más dañinos al corazón y al alma que la ira y el furor (Prov. 27:4). Mientras que la ira y el furor son manifestaciones momentáneas, circunstanciales y pasajeras, los celos y la envidia se alojan en lo más íntimo del alma, amargando el corazón que las abriga. La persona llevada por los celos se vuelve egoísta,
defensiva, insensata. No se da cuenta que, muchas veces, hace un papel ridículo
defendiéndose, comparándose y descubriendo a sus semejantes. Tener celos es una de las
mayores manifestaciones del egoísmo, opuesto al amor, que no busca sus propios intereses.
Al final, los celos causan más daño a quien lo posee que a quien es blanco de ellos.

 El ejemplo más conocido de esta verdad es la historia de José y sus hermanos. Esta historia
nos muestra cómo alguien que fue blanco de afectos, cariños y amorosos cuidados, puede
volverse odiado. José fue durante mucho tiempo el hermano menor y, ciertamente, fue
protegido, alzado y rodeado de mimos por sus hermanos mayores. Así y todo, aquellos que
alguna vez lo protegieron y besaron, pasaron a odiarlo, persiguiéndolo y maltratándolo, y
casi asesinándolo a causa de los celos y la envidia. El envidioso sólo se satisface quitando de
delante de sus ojos el objeto de sus celos. Así, los hermanos de José lo vendieron como
esclavo.

Capítulo 1 

 El riesgo de desear el reconocimiento humano – El complejo de Amán 

 Mucho se ha hablado de no apropiarnos de la gloria que es para el Señor. De la necesidad
de mantenernos en humillación delante de Dios, y del hecho que muchos ministerios han
sucumbido porque los hombres se pusieron a sí mismos, y no al Señor, como centro de sus
decisiones e intenciones.

 Ahora, consciente del valor de esta advertencia, estoy convencido que el mal que más nos
amenaza no es la competencia con el Señor (esto es muy grosero y estamos más atentos),
sino la competencia con aquellos que comparten con nosotros las responsabilidades del
ministerio en la casa de Dios. Una de las tentaciones más sutiles, peligrosas y constantes es
buscar para nosotros la honra que Dios reservó para nuestro compañero. Sé que en la
mayoría de los modelos de gobiernos existentes en la Iglesia Evangélica, no se divide la
autoridad y responsabilidad entre iguales. Al contrario, hay siempre un líder principal,
rodeado de auxiliares, a quien es atribuido todo mérito por los avances en la obra.

Debemos recordar que en el Nuevo Testamento, siempre que la Escritura se refiere al
gobierno de la Iglesia en la localidad, utiliza la expresión en plural – “Presbíteros”, o,
“Presbiterio”. Por eso este modelo de “liderazgo solitario” está en flagrante contradicción
con la Escritura. La soledad del líder favorece la vanidad personal, volviéndose un lazo del
diablo que ha llevado a muchos a volverse soberbios y a aislarse, defendiendo “su”
ministerio. Tales líderes, en su aislamiento, se vuelven inaccesibles y esconden sus flaquezas
y errores, sin permitir que nadie se aproxime a ellos lo suficiente como para corregirlos.
Muchas veces los resultados de esta actitud son pecados graves y escándalos,
cumpliéndose la advertencia de las escrituras: “El que se aparta [aísla] busca su propio
deseo, y estalla en disputa contra toda iniciativa” (Prov. 18.1 RVA), y “…Pero ellos,
midiéndose y comparándose a sí mismos consigo mismos, no son juiciosos [sensatos]” (2
Cor. 10.12 RVA).

El propio Dios no trabaja solo, y si queremos agradarlo debemos buscar la pluralidad en
nuestro servicio a Él. Es verdad que existen riesgos al dividir el ministerio con otros iguales a
nosotros en autoridad y responsabilidad, pero es cierto también, que no existe un recurso
más eficaz para ejercitarnos en humillación y para volvernos más parecidos con el Señor
Jesús en su vaciamiento y actitud de siervo. Entendiendo que el modelo bíblico es la
voluntad del Señor, debemos tener una clara conciencia de los riesgos de la pluralidad en el
ministerio para preservar la actitud correcta y ser en todo agradables al Señor.

En un ambiente de autoridad plural, una de las tentaciones más sutiles, peligrosas y
constantes es buscar para nosotros la honra que Dios reservó para nuestro compañero. La
Escritura dice que somos ministros de Cristo y mayordomos de los misterios de Dios, y que
debemos ser fieles al servicio que nos fue confiado (1 Cor 4.1-2). El servicio es escogido por
el Señor y no por el siervo. Le toca a cada uno realizar con fidelidad y alegría el servicio que
le fue confiado, sin importar lo que el Señor haya reservado para los demás consiervos (Rom
12.3, 1 Co 3.5-9, Gal 2.7-9, Efe 4.7). Muchas veces la “curiosidad” respecto a lo que el Señor
pretende hacer con nuestros compañeros denuncia un error típico de quien se siente
amenazado por la trayectoria de otro. Por eso, la respuesta del Señor Jesús a las
curiosidades de este tipo será siempre la misma que le fue dada a Pedro, cuando se sintió
“incomodado” con la compañía de Juan: “-Señor, ¿y qué de éste?
Jesús le dijo:-Si yo quiero
que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene esto que ver contigo? Tú, sígueme” (Juan 21.21-
22). O sea “Pedro, ¿estás preocupado con el bien de tu compañero o quieres mantener tu
exclusividad?”

Es el Señor quien establece el “espacio” de cada uno. No debemos estar inquietos con el
avance de los que están a nuestro lado. Si no entendemos esto, la competencia se instalará
en nuestro corazón, haciendo brotar el celo y la soberbia, llevándonos a la perdición.

“…para que aprendáis en nosotros a no pasar más allá de lo que está escrito, y para que no
estéis inflados de soberbia, favoreciendo al uno contra el otro.
Pues, ¿quién te concede
alguna distinción? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas
como si no lo hubieras recibido?” (1 Cor 4.6-7).

 El servicio al Señor es muchas veces motivo de vanagloria y soberbia, por eso tales
advertencias apostólicas no nos deben sorprender. Al contrario, la Escritura afirma
claramente que “Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda” (Fil 1.15). Si
no existiese el riesgo de competencia en el ministerio, si no estuviésemos expuestos a
sentirnos superiores y mejores que otros, y si no existiese el riesgo de “hacer” la obra de
Dios buscando nuestra propia honra, el Espíritu Santo no nos habría dicho: “No hagáis nada
por rivalidad ni por vanagloria, sino estimad humildemente a los demás como superiores a
vosotros mismos” (Fil 2.3).

 Una manera de guardar nuestro corazón contra estos sentimientos es no preocuparnos
demasiado con el juicio que hacen otros con respecto a nosotros, descansando y confiando
en el juicio que el propio Señor hará de nosotros, como dice Pablo en 1 Cor 4:5: “sí que, no
juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, quien a la vez sacará a la luz las
cosas ocultas de las tinieblas y hará evidentes las intenciones de los corazones. Entonces
tendrá cada uno la alabanza de parte de Dios.”. Pero aún cuando nos esforzamos para no
reaccionar tanto ante el juicio que hacen de nosotros, la tendencia es ir al otro extremo,
despreciando la opinión de los hermanos y nos ocultamos bajo una capa de falsa
“espiritualidad” (3 Juan 9-10). En este caso, dejamos de ser bendecidos y perfeccionados a
través del discernimiento de la Iglesia.

 La Escritura está llena de declaraciones sobre el juicio de Dios y la recompensa que Él nos
concederá en el día final. El Señor asegura que nuestras obras nos acompañarán (Apo 14.13)
y que cada uno recibirá su alabanza de parte de Dios demostrando que el tribunal de Cristo
será para recompensa y no para castigo (1 Cor. 4:5; Rom 14.10, 2 Cor 5.10). Afirma aún que
el Señor nos observa para su aprobación y alabanza (2 Cor 10.18), y que Él exaltará a los que
se humillen (Santiago 4.6-10). Sin embargo, parece que es más fácil buscar y hasta exigir el
reconocimiento de los hombres. Es difícil valorar aquello que sólo ocurrirá en la eternidad.
Huir de la honra, muchas veces inmerecida, o sufrir el daño de ser ignorado y despreciado
por los hombres en espera del juicio de Dios, exige fe, y para la mayoría de nosotros, es más
fácil sentir que creer. Somos inmediatistas y por eso reaccionamos con más facilidad a la
alabanza o a la reprobación de los hombres, que alabanza o reprobación de Dios.

 La verdad es que nuestra a nuestra carne le gusta y se deleita con la honra proveniente de los
hombres. Jesús advierte a aquellos que buscan y aceptan la gloria de los hombres diciendo
que éstos no son capaces de creer (Juan 5.44). Y si no pueden creer, ¿Cómo podrán agradar
al Señor (Heb 11.6)? ¿Si no pueden agradar al Señor, cómo recibirán alabanza de su parte?
El camino y el premio de los que buscan reconocimiento humano será el mismo que el de
los hipócritas reprobados por el Señor Jesús: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de
los hombres, para ser vistos por ellos. De lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro
Padre que está en los cielos… como hacen los hipócritas… para ser honrados por los
hombres… para ser vistos por los hombres… De cierto os digo que ya tienen su
recompensa…” (Mat 6.1-6, 16-18).

Buscar el reconocimiento de los hombres significa perder la recompensa que se podría recibir de Dios.

Toda buena obra o justicia, o sea, todo acto de obediencia a la voluntad de Dios practicado
en la tierra, debe perseguir la gloria de Dios y no nuestra propia honra. Podemos percibir
esto comparando Mateo 5.16 con Mateo 6.1:
 
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, de modo que vean vuestras buenas
obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos.
 
Los textos son muy parecidos y hablan de practicar buenas obras delante de los hombres. La
única y terrible diferencia es que se puede hacer esto buscando la gloria de Dios o el
reconocimiento de los hombres para uno mismo. Es solo una cuestión de una actitud
interior. La búsqueda de reconocimiento humano nos alejará de la gloria de Dios.

El hombre que busca la gloria de los hombres no solo perderá la aprobación de Dios sino
que traerá sobre sí juicio, ira y condenación. Esto está muy bien ilustrado en la historia de
Aman y Mardoqueo en el libro de Ester. No le era suficiente a Aman tener el altísimo
privilegio de ser el primer ministro del glorioso imperio medo-persa. El quería ser venerado
por cada individuo (Ester 3.1-6). El hecho de que Mardoqueo rehusara arrodillarse al paso
de Aman, hizo que este presuntuoso ministro planease la muerte de Mardoqueo y de todos
los judíos. La necesidad de aceptación es un sentimiento común a todos los humanos, pero
se puede transformar en un desmedido deseo y búsqueda de afirmación delante de los
hombres. Este deseo de obtener el reconocimiento de los hombres es un pozo sin fondo,
como un agujero negro en el cosmos. Llamamos a esto “el complejo de Aman”.

Ninguna honra, ningún reconocimiento o amor consigue llenar este vacío. Aquel que de
riendas sueltas a tal sentimiento se encontrará en terrible lazo del diablo y será prisionero y
rehén de su propia carne y pasión. No se contentará con el amor de Dios, ni quedará
satisfecho con la aceptación y reconciliación que el Padre nos ofrece por medio de Jesús. Tal
persona no será ayudada otorgándole sus aspiraciones. Al contrario, como Aman, se hundirá
cada vez más en este pantano de destrucción. Con el pasar del tiempo este deseo enfermo
aumentará, generando una verdadera dependencia, o sea, un deseo que se transformará en
“necesidad”. Como un adicto a las drogas, el individuo irá en una creciente búsqueda de
satisfacción de este vicio, y sin darse cuenta, cometerá locuras, hasta hallar su propia
destrucción como aconteció con Aman (Ester 5,6,7).

Algunos, para recibir alabanza de los hombres, expulsarán a Cristo de sus corazones.
 
 El Señor nos guarde de este miserable y engañoso corazón (Jer. 17:9-10; Prov. 28:26)

domingo, 27 de octubre de 2013

Lo que produce el Espíritu en nosotros. C. Lancioni


Mi alma tiene sed de Dios - Al músico principal.
Masquil de los hijos de Coré.

Masquil: dar instrucción.

Sal 42:1 Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. 2 Mi alma tiene sed de
Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?

Alguna vez hemos explicado con mas exactitud esta expresión, el siervo no brama por las aguas, no lo hace porque tiene sed, brama durante su época de celo, los hijos de Core en este salmo están describiendo una escena, El siervo en su época de celo brama aproximadamente 3000 al día, fraccionamos este numero, encontramos que emite un bramido cada dos minutos, un sonido que se logra escuchar a muchos kilómetros, un bramido que expresa necesidad, disconformidad, cierta agonía.

  • Alguno de los hijos de Core al oír este quejido, se sintió identificado: esto es lo que siento por Dios, una necesidad profunda.

Mucho antes del advenimiento de Cristo Jesús, vemos la operación del Espíritu Santo en el corazón de estos hombres santo que al igual que nosotros sintieron un deseo profundo de Dios.

Siempre es Dios, quien produce estos impulsos dentro del corazón.

Fil. 2:13 porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

Produce, gr. Energeo 1756: Efectúa, acciona, produce, trabaja.

Querer: gr. etheleo 2309: deseo, gusto, determinación.

Hacer: 1756 , con el sentido de lograr eficazmente.

  • El alma humana sin el movimiento del Esprito Santo, es terreno desértico, no hay verdor, ni color, ni fragancias, el corazón en un ámbito cerrado, quieto, inerte.
Sal. 42:7 Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.

Una fosa profunda imposible de llenar. Lo profundo solo responde a lo profundo W. Nee

Ef 2:1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo(A) (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,...
  • Ahora hay vida, movimiento interior, aliento, emoción, una voz que nos habla, que consuela, anima, corrige.
Sal 51:6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.

Damos gracias a Dios por los Salmos, la riqueza de expresiones que albergan, poniendo de manifiesto lo secreto del corazón.

Vamos a detenernos en el salmo mas extenso que es también el capitulo mas largo de toda la Biblia, Salmo 119, hace unas semanas tome el trabajo de reparar en este salmo, trascribiendo cada uno de los 176 versículos con el fin de reflexionar sobre cada expresión.

Los comentaristas bíblicos no se ponen de acuerdo acerca de la autoria de este salmo, alguno lo atribuyen a David, a Ezequías, otros a Esdras, también hay quien señala que no fue Esdras pero si uno de sus discípulos, lo que si podemos ver que mas allá de su nombre el autor fue profundamente espiritual.

Al introducirnos en el salmo vamos encontrar un corazón rendido, una piedad profunda, expresiones muy ricas de devoción y consagración.

Es un salmo sin titulación, yo le pondría: lo que produce el Espíritu Santo.
  • Vamos a mirar lo multicolor de muchas de sus expresiones.
Obediencia – Mt. 5:8 Bienaventurados los de limpio corazón
1. Bienaventurados los perfectos de camino,
Los que andan en la ley de Jehová.

Celo y comprensión espiritual. Col. 4:12 ...firmes, perfectos y completos en todo...
4 Tú encargaste
Que sean muy guardados tus mandamientos.
5 ¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos
Para guardar tus estatutos!

Consagración
9 ¿Con qué limpiará el joven su camino?
Con guardar tu palabra.

Hambre de Dios
10 Con todo mi corazón te he buscado;
No me dejes desviarme de tus mandamientos.

Búsqueda de revelación.
18 Abre mis ojos, y miraré
Las maravillas de tu ley.

Depresión piadosa.
20 Quebrantada está mi alma de desear
Tus juicios en todo tiempo.

Búsqueda de espíritu de sabiduría y revelación.
27 Hazme entender el camino de tus mandamientos,
Para que medite en tus maravillas.

Santificación . No améis al mundo...
37 Aparta mis ojos, que no vean la vanidad;
Avívame en tu camino.

Experiencia interior.
41 Venga a mí tu misericordia, OH Jehová;
Tu salvación, conforme a tu dicho.

Testimonio.
119:46 Hablaré de tus testimonios delante de los reyes,
Y no me avergonzaré;

Confianza.
49 Acuérdate de la palabra dada a tu siervo,
En la cual me has hecho esperar.
55 Me acordé en la noche de tu nombre, OH Jehová,
Y guardé tu ley.

Hambre de Dios.
58 Tu presencia supliqué de todo corazón;
Ten misericordia de mí según tu palabra.

Reflexión y arrepentimiento.
59 Consideré mis caminos,
Y volví mis pies a tus testimonios.

Quebrantamiento.
71 Bueno me es haber sido humillado,
Para que aprenda tus estatutos.

Hambre de Dios y deleite en la palabra.
77 Vengan a mí tus misericordias, para que viva,
Porque tu ley es mi delicia.

Salvación y consuelo
81 Desfallece mi alma por tu salvación,
Más espero en tu palabra.
88 Vivifícame conforme a tu misericordia,
Y guardaré los testimonios de tu boca.

Confianza.
Sal. 119:92 Si tu ley no hubiese sido mi delicia,
Ya en mi aflicción hubiera perecido.

Amor por la verdad.
97 ¡OH, cuánto amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación.

Alabanza. Heb. 13:15
108 Te ruego, OH Jehová, que te sean agradables los sacrificios voluntarios de mi boca,
Y me enseñes tus juicios.

Confianza en Dios y su palabra.
114 Mi escondedero y mi escudo eres tú;
En tu palabra he esperado.

Celo por la voluntad de Dios. Jn. 2:17 el celo de tu casa me consume...
126 Tiempo es de actuar, OH Jehová,
Porque han invalidado tu ley.

Quebrantamiento – Mt. 5:4 Bienaventurados los que lloran...
136 Ríos de agua descendieron de mis ojos,
Porque no guardaban tu ley.

Celo.
139 Mi celo me ha consumido,
Porque mis enemigos se olvidaron de tus palabras.

Humildad. Bienaventurados los pobres en espíritu.
Sal. 119:141 Pequeño soy yo, y desechado,
Más no me he olvidado de tus mandamientos.

Oración ferviente.
145 Clamé con todo mi corazón; respóndeme, Jehová,
Y guardaré tus estatutos.

Vida espiritual abundante.
154 Defiende mi causa, y redímeme;
Vivifícame con tu palabra.
156 Muchas son tus misericordias, OH Jehová;
Vivifícame conforme a tus juicios.
159 Mira, OH Jehová, que amo tus mandamientos;
Vivifícame conforme a tu misericordia.

Oración ferviente.
169 Llegue mi clamor delante de ti, OH Jehová;
Dame entendimiento conforme a tu palabra.
Sal. 119:170 Llegue mi oración delante de ti;
Líbrame conforme a tu dicho.

¡Que abundancia de expresiones que manifiestan una gran riqueza
espiritual interior!

Si cada uno de nosotros nos miramos en este espejo y evaluamos nuestra espiritualidad seguramente vamos a ver que hay mucho para corregir y aumentar.

Aun en el marco antiguo testamentario encontramos hombres
de tal profundidad de devoción.

Para aumentar la perspectiva de nuestra espiritualidad, tenemos escuchar a Jesús:

Mat 11:11 De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.

Permítanme expresarlo así: la gracia que se nos concedió a nosotros para vivir el Reino, es mayor que todos los hombres piadosos den antiguo testamento. Juan fue el mayor entre los antiguos, pero el no vio la cruz, la consumación de la redención entre los hombres, ni el derramamiento del Espíritu Santo.

Así también las epístolas de Pablo nos dejan ver la interioridad del pensamiento del apóstol.

El latir de su corazón.
Rom 8:15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.

Sus recursos interiores.
Rom 8:26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 Más el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.

Su experiencia espiritual interior.
2Co 3:17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. 18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

Su anhelo profundo.
2Co 5:2 Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; 3 pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. 4 Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.

Sus expectativas presentes.
Fil. 1:19 Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, 20 conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte.


La sencillez y profundidad de sus planes.
Fil 1:21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. 22 Más si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. 23 Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor;


Su fuente de motivación.
Fil 3:12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. 5 Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.

Asir: katalambano
Marcos Moraes lo explica así: “La palabra griega usada por Pablo para explicar lo que ocurría en su corazón, al expresar que quería asir aquello para lo cual fue asido es Katalambano, que traducido sería: apoderarse, poseer, incautar algo y hacerlo propio. 
Aquí el apóstol nos está hablando de su anhelo de alcanzar este Propósito. Pablo nos está mostrando su realidad interior. Vemos la fuerte intensidad con que esta realidad habita en su corazón. Pienso que aquí nos está expresando cómo es el corazón de una persona que fue marcada por la revelación de este Propósito. Lo expresa así: No que lo haya alcanzado ya, ni que sea perfecto, sino que prosigo por ver si logro conquistar aquello para lo cual fui conquistado. Jesús me conquistó a mí con este objetivo, y ahora yo quiero conquistarlo a Él.
Es interesante que algunas traducciones usan una palabra más fuerte: Aquello para lo cual fui preso. Es una expresión más intensa que conquistado. Significa que Pablo se consideraba un cautivo, un prisionero del Propósito Eterno de Dios. Para usar una expresión más moderna, diríamos que el apóstol fue poseído por una obsesión.
Pablo era un obsesivo, y aquella obsesión era alcanzar a Cristo, la razón por la cual había sido tomado. Ahora su mente se encontraba esclavizada por esto, y expresa: “Lo que era para mí ganancia, lo estimo por pérdida por amor a Cristo, y aunque no lo he alcanzado, prosigo a la meta.”

Su fuerza motora.
Hch. 20:24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.


Todo esto también quiere producirlo el Espíritu Santo en nuestros corazones.

jueves, 24 de octubre de 2013

Los Moravos y su fuerza misionera.

                                                 Conde Zinzendorf


Los moravos se nos presentan con el más increíble emprendimiento misionero en la historia de la iglesia. Mucho antes de que el pueblo protestante hubiera captado la visión de enviar obreros hasta lo último de la tierra, este extraordinario grupo de cristianos asumió un compromiso radical con la tarea de extender el reino. Adoptaron metodologías y procedimientos que establecieron patrones para la gran expansión misionera del siglo XIX.
  • en 1727 los moravos comenzaron, una vigilia de oración que continuó, sin interrupción durante cien años?
  • a sesenta y cinco años de haber comenzado esta vigilia de oración, más de 50% de la comunidad había salido al campo misionero?
  • el día que enviaron sus primeros dos misioneros era tal el gozo de la congregación que cantaron más de 300 himnos?
  • los misioneros moravos eran enviados solamente con el pasaje de ida? Una vez que llegaban a su destino, debían procurar su propio sustento.
  • veintidós de los primeros veintinueve misioneros fallecieron a pocos meses de haber llegado a los países donde habían sido enviados?
  • todos los integrantes de la comunidad morava se incluían en células donde se discipulaban los unos a los otros?
  • la devoción y sencillez de los moravos fueron de las características que más profundamente influyeron en el gran predicador inglés, Juan Wesley?

Breve reseña del movimiento
Los moravos se nos presentan con el más increíble emprendimiento misionero en la historia de la iglesia. Mucho antes de que el pueblo protestante hubiera captado la visión de enviar obreros hasta lo último de la tierra, este extraordinario grupo de cristianos asumió un compromiso radical con la tarea de extender el reino. Adoptaron metodologías y procedimientos que establecieron patrones para la gran expansión misionera del siglo XIX.
Esta historia comienza en 1722 cuando un hombre, Cristian David, se presentó ante el Conde Nicolás Ludwig Zinzendorf. David venía en búsqueda de refugio para un pequeño grupo de moravos, quienes venían sufriendo persecuciones en varias regiones de Europa. Había caído en buenas manos pues Zinzendorf, uno de los hombres más ricos de Alemania, era profundamente devoto y piadoso. Este Conde por largo tiempo había soñado con la formación de una comunidad de fe radical. Accediendo al pedido de David, permitió que él y un grupo de moravos se establecieran sobre sus extensas propiedades.
Zinzendorf inmediatamente se sintió atraído a la sencilla vida espiritual del grupo y les brindó su pleno apoyo. En la medida en que la comunidad creció, empezaron a incorporarse personas de otros trasfondos: anabautistas, católicos, luteranos, separatistas y reformados. Todos compartían algo en común: venían huyendo de la persecución y la intolerancia religiosa. Hacia fines de 1726 la comunidad contaba con unas 300 personas.
Empero, con tanta diversidad entre los miembros los conflictos no tardaron en manifestarse. Las diferencias doctrinales y de idioma se convirtieron en una constante causa de fricciones. Zinzendorf por su parte trabajaba para unir al grupo, pero un hereje se infiltró y comenzó a enseñar que el conde era la gran bestia de Apocalipsis. Causó un enorme revuelo antes de sucumbir a un colapso mental. Para salvar al grupo, Zinzendorf dejó su mansión y se instaló en la comunidad de creyentes. Comenzó una verdadera labor pastoral, la cual eventualmente dio sus frutos. Se nombraron doce ancianos y se organizó mejor la vida de los residentes. Al poco tiempo el grupo experimentó, como resultado de las intensas oraciones de sus líderes, su propio «Pentecostés». Un extraordinario espíritu de unidad y amor se instaló en medio de la comunidad.
Zinzendorf tenía una carga por los pueblos no alcanzados, la cual compartió en forma permanente con los moravos. Animó a un grupo de moravos, con la visión de futuros proyectos, a que dedicaran tiempo a estudiar medicina, teología y geografía.
En una ocasión, cuando viajó a Holanda, conoció a un esclavo liberado, quien le rogó que enviasen personas a predicarle a los cautivos en el Nuevo Mundo. El conde creía que la hora para enviar misioneros había llegado y compartió con la congregación la carga. Dos hombres respondieron al llamado y se les pidió a estos dos que esperaran por un año, a fin de confirmar la legitimidad del llamado.
Finalmente, en 1732, llegó el momento de enviarlos. Los hombres emprendieron un viaje en el cual se enfrentaron a toda clase de oposición. Cuando llegaron a Holanda no encontraron una sola congregación que estuviera dispuesta a apoyarlos. Al contrario, nadie creía que era válida una misión que predicara las buenas nuevas a esclavos. Los dos, sin embargo, estaban dispuestos a ser vendidos como esclavos, si fuera necesario, a fin de llegar a este pueblo tan sufrido.
Llegaron al Caribe luego de un largo viaje, solamente para enfrentarse a nuevas desilusiones. Ni la iglesia blanca ni los esclavos estaban interesados en ellos. No obstante, perseveraron contra viento y marea, padeciendo hambre y enfermedad. En 1734 llegaron diecisiete voluntarios, nueve de los cuales fallecieron en los primeros tres meses. No obstante, la oleada de misioneros había comenzado. En los próximos diez años más de setenta personas habían salido a decenas de los lugares más remotos de la tierra, un hecho que no ha sido repetido por ningún grupo desde entonces.
Por su parte, Zinzendorf también experimentó creciente oposición a la manera como estaba conduciendo al grupo. Sin embargo, viajó continuamente para compartir la visión con otros. En el transcurso de un solo año (1747) movilizó a más de doscientas personas para las misiones.
Falleció en 1760, luego de veintiocho años de incansable labor por la extensión del reino. Además, el movimiento sobre el cual había precedido dejó un imborrable legado de dedicación y sacrificio para el pueblo de Dios.
Principios dignos de imitación
  • La extensión del reino es una de las prioridades del pueblo de Dios.
  • El compromiso con las misiones es de la iglesia toda.
  • La oración es el «motor» con el cual se moviliza al pueblo y se conquistan los proyectos de Dios.
  • Los resultados obtenidos en el ministerio dependen del grado de entrega del que ministra.
  • La extensión del reino se produce cuando la iglesia está dispuesta a dispersarse y no a permanecer en un solo lugar.

miércoles, 23 de octubre de 2013

BREVE BIOGRAFÍA DE JUAN WESLEY

Juan Wesley nació el 17 de junio de 1703, en el hogar de un ministro, y siendo el decimoquinto hijo. No solamente su padre era ministro, sino que también lo habían sido su abuelo y su bisabuelo.
Todos los hijos de la familia Wesley eran de muy buenos modales, y muy educados, a pesar de ser sumamente pobres. La madre de familia era también la maestra. Les enseñaba las materias escolares, a la vez que les impartía una educación cristiana excelente. Cada una de las hijas aprendió el griego, el latín y el francés, así como lo necesario para los quehaceres domésticos. Los niños fueron enseñados a ser amables unos a otros, así como con los sirvientes y vecinos: algo muy raro en aquellos días.
A pesar de que Susana de Wesley fue una madre muy ocupada, se hizo el propósito de dedicar un tiempo especial para cada hijo, cuando éste cumplía los cinco años, con el fin de enseñarle el alfabeto. En cada caso, tuvo éxito.
Un día cuando Juan tenía sólo seis años, la vieja casa pastoral se incendió. Mientras la casa ardía, toda la familia escapó, excepto el pequeño Juan. Su padre estaba a punto de volver a entrar corriendo otra vez, para buscar a su hijito, cuando pareció que la casa entera estaba a punto de desplomarse. Durante todo lo ocurrido Juan había continuado durmiendo, ajeno a lo que acontecía. Pero cuando la casa se derrumbó, el estrépito lo despertó y le hizo corre hacia la ventana. No había ninguna escalera a la mano, de modo que uno de los vecinos se subió a los hombros de otro, y de esta manera lograron rescatar al niño, justo en el momento en que el techo se venía abajo. Esta experiencia quedó profundamente grabada en la memoria de Juan Wesley. Sentía que Dios le había salvado la vida con algún propósito especial.
La Sra. de Wesley procuraba dedicar algún tiempo a cada uno de sus hijos, cada semana. También halló tiempo, o más bien dicho, hizo el esfuerzo para hallar tiempo, para hablarle a cada uno de ellos acerca de Dios, y de cómo orar y de cómo agradar al Señor. Jueves por la tarde era el tiempo dedicado a Juanito. Esto hizo en él una honda impresión. Se acordaría de ello un cuando se fue a la universidad de Oxford para estudiar. A menudo le escribía a su madre, y le recordaba que pensara en él los jueves por la tarde.
Cuando Juan tenía diez años, su padre lo llevó al Colegio de Charterhouse, en Londres. Allí recibió una excelente educación; una de las mejores que se podían obtener en cualquier parte, en aquellos días. Estudió lenguas clásicas, matemáticas y ciencias.
Al graduarse en Charterhouse, a los diecisiete años, ingresó a la universidad de Oxford. Por primera vez, en su vida, nadie lo mandaba; ahora era su propio patrón. A pesar de estar rodeado de otros estudiantes que tomaban licor, que jugaban al azar y llevaban una vida de inmoralidad, Juan demostró que la instrucción cristiana recibida en el hogar no había sido en vano; así que llevó una vida buena y limpia.
Wesley hizo muchos amigos durante su estadía en la universidad. Tenía un ingenioso sentido del humor, y una excepcional habilidad para escribir poemas. Era el que ponía la chispa en cualquier reunión social, y era siempre bienvenido en los hogares de sus compañeros de estudio que vivían en las aldeas cercanas.
Siguiendo las pisadas de su bisabuelo, de su abuelo y de su padre, aun Wesley decidió hacerse ministro. Predicó su primer sermón en una pequeña iglesia en la aldea de South Leigh.
Después de obtener su bachillerato, y después de pasar algún tiempo ayudando a su padre en Lincolnshire, Wesley fue elegido para el cargo de Compañero de la universidad de Lincoln. Compañero era el nombre dado a un dignatario de alto rango, y Wesley desempeño tal cargo con honor para sí mismo, y para la universidad, durante veinticinco años.
Fue en aquel tiempo que Juan Wesley comenzó a desarrollarse como predicador anglicano, creyendo en todas las formalidades y ceremonias de la iglesia oficial de Inglaterra, y también en disciplina severa. Se levantaba a las cuatro de la mañana, ayunaba con regularidad, trabajaba duro y sin descanso, y demandaba de su fuerte cuerpo un esfuerzo casi hasta el límite del colapso. Visitaba a los presos en las cárceles, que eran lugares terribles en aquellos días; y procuraba suavizar todo lo posible la vida de los prisioneros por donde quiera que iba. También enseñaba a los niños que no tenían que los cuidara. A pesar de toda esta incesante e incansable actividad religiosa, y aunque predicaba sermones preparados con esmero, no podía dejar de sentir que su vida era estéril. No atraía a multitudes. No influía en ninguna vida ajena. No despertaba ninguna conciencia. No hacía arder a ningún corazón.
Pasado algún tiempo Carlos, el hermano menor de Wesley, ingresó a la universidad de Oxford, y con algunos otros de los estudiantes más serios, formaron un grupo, al que algunos apodaron "el club santo". Se reunían para orar, para estudiar la Biblia, y comentar sobre lo que habían leído y meditado. Eran muy metódicos en su asistencia a los servicios de comunión, y como resultado de sus prácticas tan ordenadas, sus compañeros comenzaron a llamarles los "metodistas".
En octubre de 1735, Juan Wesley y su hermano Carlos viajaron a América. Juan iba a servir como capellán en la ciudad de Savannah, en la colonia de Georgia, en tanto que Carlos iba a desempeñar el cargo de secretario del fundador y gobernador de la colonia, el general Oglethorpe. Juan hizo planes para celebrar servicios, visitó cada hogar, y estableció una escuela para los hijos de los colonos. Trató de enseñar a los indígenas, para éstos no aceptaron en nada sus esfuerzos. Se mantenía sumamente ocupado, pero no era de ningún modo popular. Todo el tiempo, en el fondo de su alma, estaba buscando una verdadera fe en Dios.
Entretanto, Carlos Wesley se las había ingeniado para enredarse en una sería disputa con el gobernador, y como resultado, regresó a Inglaterra. Después de haber estado en Georgia menos de dos años. Juan siguió a su hermano, regresando también a Inglaterra. La aventura de Georgia, iniciada con tan doradas esperanzas, se había tornado en un amargo fracaso.
Tanto Juan como Carlos Wesley había hecho ya su profesión de fe en Cristo, pero ni el uno ni el otro sentía que estaban consagrados de lleno al Señor. Una y otra vez Juan leía la historia de la conversión de Pablo, y oraba pidiendo obtener él también una luz deslumbrante, y una creencia segura de haber sido aceptado como un siervo de Cristo, su Salvador. Esta ansiedad fue la que los condujo a emprender su búsqueda espiritual, y eso les trajo una seguridad completa de su fe en Cristo.
Desde aquel día en adelante, todo cambió para Juan Wesley. Quería, sobre todo, compartir su experiencia de conversión con otras personas que parecían no tener el verdadero gozo en el Señor. Trató, en seguida, de predicar en algunas de las iglesias establecidas de Inglaterra. La gente acudió en multitudes para escucharle. El mensaje que predicaba era tan sencillo, tan directo y tan convincente, que tanto hombres como mujeres, sintiendo la carga de una vida pecaminosa, clamaban arrepentidos el perdón a Dios.
Sin embargo, otros clérigos no aceptaban su mensaje. Pronto halló que le sería necesario conseguirse un sitio propio para poder predicar, al aire libre. Así lo hizo, y centenares de personas siguieron reuniéndose para oír los mensajes de Juan Wesley.
Entonces empezó su ministerio, a caballo; viajando de arriba abajo por las carreteras de Inglaterra, par predicar a la gente el evangelio de Cristo. Era valiente y osado. Predicaba en cualquier edificio, grande o pequeño, que se pudiera conseguir. Cuando no había ninguno disponible, predicaba al aire libre, en cualquier lugar en donde se podía reunir la gente. Siempre estaba dispuesto a predicar, aunque lo escuchara solamente una persona. Cuando viajaba solo, dejaba suelta las riendas del caballo, con el fin de poder leer. De esta manera se mantenía al día en cuanto al estudio, y componía sus numerosos sermones.
En vista de que no se le permitía predicar en las iglesias establecidas de las parroquias, Wesley decidió edificar capillas y lugares de predicación en los distintos lugares que visitaba. Habiendo diseñado estos edificios de modo que sirvieran no sólo como iglesias, sino también como escuelas, le fue posible ayudar también a muchos niños abandonados y desprovistos de instrucción. En algunas de esas capillas también construyó algunas habitaciones, en donde podían alojarse los evangelistas ambulantes, que no tenían en donde pasar la noche. Además, había un establo para un par de caballos.
Por dondequiera que iba, y a veces miles, de personas se reunían para escucharle predicar. Juan Wesley se dio cuenta de que no le sería posible continuar haciendo tan magna obra solo, así que empezó a valerse de la ayuda de algunos predicadores laicos. Estos hombres predicaban los domingos, y seguían trabajando en sus empleos acostumbrados durante la semana. Se les pagaba poco, vestían pobremente, les faltaba instrucción, y carecían de buen alojamiento: sin embargo, tenían intrepidez de héroes. Recorrían grandes distancias, principalmente a caballo, pero a veces a pie. Enfrentaban amarga persecución. A menudo las autoridades los reprendían, y a veces los encarcelaban.
Wesley tenía un interés particular en la niñez y en la juventud, y muchas veces, al entrar en algún pueblo, los visitaba antes de comenzar sus reuniones. Nunca se cansaban de decirles a ellos, así como también a los adultos, que lo que debían hacer era "creer, amar y obedecer." Debido a que su interés en la juventud, más tarde pudo proveerles hogares, escuelas y reuniones juveniles en las iglesias.
Había poco ricos en Inglaterra. Mucha gente vivía bien, pero gran parte de la población carecía de empleo, o no recibía el sueldo merecido; así que la mayoría era sumamente pobre. Vivían en casas insalubres, y los hijos no tenían ni comida ni ropa suficiente, y, por lo general, carecían de instrucción. Juan Wesley nunca se tapó los oídos, ni se hizo de la vista gorda, en cuanto a las necesidades de los que tenían menos que él. Vivía con frugalidad, con el fin de tener algo para dar a los menesterosos.
Al crecer la obra, Wesley hizo arreglos para que otras personas se encargaran de las actividades en beneficio de la gente necesitada. Estableció orfanatos, en donde se educaba y se cuidaba a los niños. Logro hallar posada para algunas señoras ancianas, e hizo arreglos para que se les cuidara. Fundo un dispensario médico, y aun distribuyó personalmente la medicinas. Los metodistas más prósperos contribuían con donativos de dineros, ropa, comida y leña; lo cual era llevado a los hogares de la gente enferma o pobre.
El ministerio de Wesley no se limitó a Inglaterra. También viajó a Irlanda, a los Estados Unidos, a Canadá y a las Antillas. En todas partes grandes multitudes llegaban para escucharle.
Dándose cuenta el gran valor de la literatura, y siendo un erudito él mismo, Juan Wesley escribió casi cuatrocientos libros y folletos, sobre diversos temas; tales como teología, historia, lógica, ciencia, medicina y música. Escribió muchos libros devocionales, los cuales distribuía entre la gente que encontraba. Estos fueron publicados en ediciones baratas, de modo que la gente tuviera la oportunidad de comprarlos. Esta obra creció tan rápidamente, que Wesley finalmente estableció su propia casa publicadora. En ella también fueron impresos centenares de himnos, muchos de los cuales habían sido compuestos por su hermano Carlos.
El 2 de marzo de 1791, a la edad de ochenta y ocho años, Juan Wesley acabó su carrera. No obstante, lo que él empezó ha seguido adelante por medio de la Iglesia Metodista, durante más de doscientos años. Dios bendijo la vida y el ministerio de este hombre santo y consagrado, quien tenía un solo deseo, el cual es, el de predicar el evangelio de Cristo, instándole a la gente a creer, amar y obedecer.

Así pensaba Juan Wesley.



El corazón pastoral de Wesley se evidencia en los ocho tomos de Cartas a predicadores y miembros. Algunas de sus sentencias extraídas del libro Así pensaba Juan Wesley de Reginald Kissak, Ediciones El Camino.
Su preocupación por el aquí y el ahora
·        "Vuestra preocupación es con el momento presente; vuestra ocupación es vivir hoy."
·        "No podéis vivir sobre lo que Dios hizo ayer: por consiguiente, Él viene hoy."
El sufrimiento
·        "Lleva la cruz y ella te llevará a ti."
·        "Súfrelo todo y véncelo todo."
El amor de Dios es personal
·        "Lee y piensa del amor de Dios. Jesús te ama a ti. Él es tuyo. No seas tan desprovisto de sentimiento que desconfíes en él."
·        "Un gran hombre observa que el Espíritu tiene tres maneras de guiar. A algunos, los guía dándoles en cada ocasión textos apropiados de la Escritura; a otros, sugiriéndoles razones para cada paso que dan —la manera en que principalmente me guía a mí; y a otros, mediante impresiones. Pero considera que esta última es la forma menos deseable, pues a menudo es imposible distinguir impresiones oscuras o aun diabólicas, de las divinas."
·        "Aprende una buena lección —no construyas tu fe sobre un solo texto de la escritura, y mucho menos sobre un sentido particular del mismo."
La predicación
·        "Esta es la gran obra: no solo atraer almas a la fe, sino edificarlas en nuestra santísima fe."
·        "De toda predicación, la que generalmente se denomina predicación evangélica —una arenga aburrida, o aun animada, sobre los sufrimientos de Cristo o la salvación por la fe, sin inculcar fuertemente la santidad— es la más dañina."
·        "Cuando quiera que la vida de un hombre, confirme su doctrina, Dios ha de confirmar la palabra del mensajero."
La perfección cristiana
·        "La perfección que yo enseño es el amor perfecto: amar a Dios con todo el corazón, recibir a Cristo como profeta, sacerdote y rey, para que él solo reine sobre todos nuestros pensamientos, palabras y acciones."
·       "Sé un cristiano verdadero, un verdadero cristiano bíblico, ahora. Un cristiano no tiene miedo a morir. ¿Lo tienes tú? Un cristiano es feliz en Dios. ¿Lo eres tú? Un cristiano tiene poder sobre todo pecado. ¿Lo tienes tú? Si no, puedes tenerlo, porque Dios no hace acepción de personas. Cualquier cosa que ha dado a otro, está dispuesto a dártela a ti."
·        "Nunca habéis aprendido, ni por nuestra conversación no por nuestra predicación o nuestros escritos, que la santidad consista en una corriente de alegría. Yo os he dicho constantemente lo contrario. Os he dicho que era amor: el amor de Dios y nuestro semejante; la imagen de Dios estampada en el corazón; la vida de Dios en el alma del hombre; la mente que está en Cristo, capacitándonos para andar como él anduvo."
Crecimiento en la gracia
·        "Haz justicia a tu propia alma: dale tiempo para crecer."
·        "Mientras más nos negamos a nosotros mismos, más crecemos en la gracia."
La oración
·        "Tanto como puede crecer un niño sin alimentarse, podéis esperar que crezca un alma sin oración privada."
·        "Sé un niño, tomado de la mano que Aquel te ama."
La prueba de la religión es la vida
·        "Muestra tu fe por tus obras."
·        "Los metodistas no sostienen que las buenas obras sean meritorias. Ni ninguna iglesia protestante lo sostiene. Pero sostienen que es su obligado deber, mientras tienen tiempo, hacer bien a todos."
No hay cristianos solitarios
·        "Es una bendición tener compañeros de viaje hacia la Nueva Jerusalén. Si no podéis hallarlos, debéis hacerlos; porque nadie puede hacer solo el camino."
La murmuración
·        "De toda murmuración, la murmuración religiosa es la peor: añade hipocresía a la falta de caridad, y hace efectivamente la obra del diablo en el nombre del Señor."
Tolerancia
·        "Hay una idolatría que es la peor de todas: la religión."
·        "Mientras más vivo, más me inclino a tolerar las debilidades humanas: exijo más a mí mismo y menos a los demás."
Razón
·        "La pasión y el prejuicio gobiernan el mundo, pero bajo el nombre de la razón."
Tiempo
·        "No tengo tiempo para tener prisa."
 


Vida
·        "Oh Señor, que no vivamos para ser inútiles."
Bien
·        "Haz todo el bien que puedas, por todos los medios que puedas, de todas las maneras que puedas, en todos los sitios que puedas, a todas las horas que puedas, a toda la gente que puedas, durante todo el tiempo que puedas."